Capítulo LIV - 2ª parte de nuestra lectura colectiva en el blog "La Acequia" de Pedro Ojeda Escudero (sin traducción al inglés)
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Chapter 54 -2nd part of our joint reading in Pedro Ojeda Escudero's blog, "La Acequia" (without an English translation)
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Mientras tenemos a Quijo preparándose para el duelo que tendría lugar "...en cuatro días...que se le iban haciendo, a la cuenta de su deseo, cuatrocientos siglos" con el falso "lacayo gascón, que se llama Tosilos" (puesto ahí por los duques, ya que el verdadero causante del embarazo de la hija de la doña Rodríguez, no queriendo ser su yerno, se había escaqueado y huido a Flandes) tenemos a Sancho y su rucio por el campo, camino al castillo.
"Habiéndose alongado mucho de la ínsula...(que él nunca se puso averiguar si era ínsula, ciudad, villa o lugar la que gobernaba) vio que por el camino por donde él iba, venían seis peregrinos con sus bordones, de estos extranjeros que piden la limosna cantando...". (Me han recordado a los Hare Khrisna...). En cuanto le ven, empezaron a cantar en lengua extraña alargando la mano. La única palabra que entendió fue "limosna". Como Sancho era de naturaleza caritativa (según cuenta Cide Hamete) les ofrece el medio pan y medio queso que llevaba en sus alforjas porque de dinero, nada de nada.
Ellos insisten en que "¡Guelte! ¡Guelte!" (guita, guita...). Sancho no entiende lo que le piden pero "...uno de ellos sacó una bolsa del seno y mostrósela...por donde entendió que le pedían dineros...". Les dice que no tiene un chavo, pica a su rucio, para abrirse camino entre ellos. Al pasar, "...habiéndole estado mirando uno de ellos con mucha atención, arremetió a él, y, echándole los brazos por la cintura, en voz alta y muy castellana dijo: --¡Válame Dios! ¿Qué es lo que veo? ¿Es posible que tengo en mis brazos al mi caro amigo, al mi buen vecino Sancho Panza?" Sancho se queda sorprendido de tal arrebato, le mira fijamente pero no cae quién es. Hasta que el peregrino admite ser "...tu vecino Ricote el morisco, tendero de tu lugar."
Sancho cae del burro. "...Le echó los brazos al cuello y le dijo: --¿Quién diablos te había de conocer, Ricote, en ese traje de moharracho que traes?. Dime quién te ha hecho franchote y cómo tienes atrevimiento de volver a España, donde si te cogen y conocen tendrás harta mala ventura."
Ricote le dice que si Sancho no le descubre nadie le va a reconocer. Que ya le contará "...lo que me ha sucedido después de que me partí de nuestro lugar por obedecer el bando de Su Majestad, que con tanto rigor a los desdichados de mi nación amenazaba, según oiste." (Muy interesante la introducción de Cervan sobre los desterrados de la época aunque se cuida muy mucho de mencionar a los judios (porque seguro que el venía de familia de conversos) y habla sobre los moriscos).
Se van a comer y a beber a una alameda apartada del resto. "Arrojaron los bordones, quitáronse las mucetas o esclavinas y quedaron en pelota... (vaya, vaya...) y todos ellos eran mozos y muy gentileshombres, excepto Ricote, que ya era hombre entrado en años. Todos traían alforjas, y todas, según pareció venían bien proveídas...". Se tendieron en el suelo y "...haciendo manteles de las hierbas, pusieron sobre ellas pan, sal, cuchillos, nueces, rajas de queso, huesos mondos de jamón, que si no se dejaban mascar, no defendían el ser chupados. Pusieron asimismo un manjar negro que dicen que se llama 'cavial'... (¡Caviar nada menos!) ...No faltaron aceitunas, aunque secas y sin adobo alguno, pero sabrosas y entretenidas. Pero lo que más campeó en el campo de aquel banquete fueron seis botas de vino...".
Bueno, nuestro Sancho ¡por fin come y bebe a gusto! Todos cogen una melopea de cuidado y se quedan dormidos "...sobre las mismas mesas y manteles: solos Ricote y Sancho quedaron alerta, porque habían comido más y bebido menos." Ricote le empieza a contar a Sancho su peripecia y la de su mujer, Francisca Ricota, e hija, Ricota, cuando se fueron "...antes del tiempo que se nos concedía para que hiciésemos ausencia de España... Ordené, pues, a mi parecer como prudente, bien así como el que sabe que para tal tiempo le han de quitar la casa donde vive y se provee de otra donde mudarse; ordené, digo, de salir yo solo... Aquellos pregones no eran sólo amenazas, como algunos decían, sino verdaderas leyes...". Cervan se cubre las espaldas una vez más, cuando Ricote justifica "... fue la inspiración divina la que movió a Su Majestad a poner en efecto tan gallarda resolución, no porque todos fuésemos culpados, que algunos había cristianos firmes y verdaderos, pero eran tan pocos, que no se podían oponer a los que no lo eran, y no era bien criar la sierpe en el seno, teniendo los enemigos dentro de casa. Finalmente, con justa razón fuimos castigados con la pena del destierro."
"Doquiera que estamos lloramos por España que, en fin, nacimos en ella y es nuestra patria natural". "No hemos conocido el bien hasta que le hemos perdido...". Todos están deseando volver como ha hecho él dejando a su familia en Berbería "...y ahora experimento lo que suele decirse, que es dulce el amor de la patria." (Ay, el mal de país, la saudade... qué dolor más grande...).
Le cuenta que primero fue a Francia, despues a Italia, recalando finalmente en Alemania. "Dejé tomada casa en un pueblo junto a Augusta (Augsburgo); junteme con estos peregrinos, que tienen por costumbre de venir a España...a visitar los santuarios de ella, que los tienen por sus Indias... al cabo de su viaje salen con más de cien escudos de sobra, que, trocados en oro, o ya en el hueco de los bordones o entre los remiendos de las esclavinas...los sacan del reino y los pasan a sus tierras, a pesar de los guardas de los puestos y puertos donde se registran." (ya tenemos fuga de capitales, ¡en esa época!).
Le cuenta que su intención es sacar el tesoro que dejó escondido a las afueras del pueblo y llevárselo a Alemania y así poder traer a Francisca Ricota y a Ricota desde Argel. Sancho le dice que ya no debe de tener dicho tesoro "...vas en balde a buscar lo que dejaste encerrado, porque tuvimos nuevas que habían quitado a tu cuñado y tu mujer muchas perlas y mucho dinero en oro que llevaban por registrar." Ricote le dice que no, porque el lo guardó a buen recaudo y no se lo dijo a nadie. Le ofrece doscientos escudos a Sancho para que le ayude a "sacarlo y a encubrirlo". Sancho le dice que no es nada codicioso, que justamente acaba de dejar un oficio con el cual "...pudiera hacer las paredes de mi casa de oro y comer antes de seis meses en platos de plata... y por esto como por parecerme haría traición a mi rey en dar favor a sus enemigos, no fuera contigo, si como me prometes doscientos escudos me dieras aquí de contado cuatrocientos."
Siguen unas conversaciones entre ambos sobre las ínsulas que "...están allá dentro de la mar, que no hay ínsulas en tierra firme." "--Cómo no?-- replicó Sancho--. Dígote, Ricote amigo, que esta mañana me partí de ella, y ayer estuve en ella gobernando a mi placer, como un sagitario...". Ricote le pregunta porque la dejó y Sancho reitera "...que no soy bueno para gobernar, si no es un hato de ganado, y las riquezas que se ganan en los tales gobiernos son a costa de perder el descanso y el sueño, y aun el sustento...". Ricote no entiende cómo le nombraron a él gobernador habiendo gente más capacitada. Todo le parece un disparate. Insiste en que le ayude a encontrar el tesoro. "Ya te he dicho, Ricote...que no quiero: conténtate que por mí no serás descubierto, y prosigue en buena hora tu camino y déjame seguir el mio, que yo sé que lo bien ganado se pierde, y lo malo, ello y su dueño."
Luego Ricote le pregunta si vio partir a su mujer e hija del pueblo. Sancho le dice que sí "...que salió tu hija tan hermosa, que salieron a verla cuantos había en el pueblo y todos decían que era la más bella criatura del mundo. Iba llorando y abrazaba a todas sus amigas...a todos pedía la encomendasen a Dios y a Nuestra Señora su madre; y esto, con tanto sentimiento, que a mí me hizo llorar, que no suelo ser muy llorón. Y a fe que muchos tuvieron deseo de esconderla y salir a quitársela en el camino, pero el miedo de ir contra el mandado del rey los detuvo." Le dice que el más apasionado fue Pedro Gregorio "...aquel mancebo mayorazgo rico que tú conoces...". Desde la marcha de Ricota no se le ha vuelto a ver por el pueblo "...todos pensamos que iba tras ella para robarla, pero hasta ahora no se ha sabido nada."
Ricote siempre sospechó de "...que ese caballero adamaba a mi hija, pero, fiado en el valor de mi Ricota, nunca me dió pesadumbre el saber que la quería bien...que las moriscas pocas o ninguna vez se mezclaron por amores con cristianos viejos, y mi hija...atendía a ser más cristiana que enamorada, no se curaría de las solicitudes de ese señor mayorazgo."
Sancho le dice que ojála sea así y pide le deje marchar a encontrarse con Quijo. Se abrazan y cada uno se va por su camino.
Seguiremos con el LV