martes, 25 de agosto de 2009

A PIE BAJO EL SOL DE AGOSTO (7)



"En aquel momento de desaliento, el hecho de encontrarse con un compatriota les renovó los ánimos. Se acercaron al vendedor de tales delicias y entablaron conversación con él, pero Gutierrez no se mostró muy amable. A fuerza de preguntas, consiguieron saber que era español, pero que estaba en Francia desde hacía muchos años. Se veía que no tenía ganas de comprometerse con ellos, probablemente porque los consideraba rojos peligrosos, huidos de España después de cometer sabe Dios qué fechorías. En el curso de la conversación se dieron cuenta de que el vendedor ambulante había olvidado casi por completo el español y de que hablaba un francés desastroso: a causa del calor, andaba en "brasos de camisas", tenía "una mujer muy charmanta" y "su filia estaba mariada con uno de Morocco".

María y Miguel le compraron un helado. A la hora de pagar, el vendedor, en lugar de favorecer a sus compatriotas, se aprovechó de la situación cobrándoles tres veces más de lo normal. Este pequeño detalle acabó por desmoralizar a los viajeros.

Cuando desapareció Gutiérrez con su carro de helados, permanecieron largo rato en silencio. Seguían sentados en la cuneta, con las mantas y las mochilas tiradas en la hierba. María se había desprendido de su sombrero chinesco y Miguel se secaba el sudor con un pañuelo arrugado y bastante sucio.

--¿A cuántos kilómetros estamos de Orléans?--preguntó de pronto Miguel.

Los ojos de María se animaron. Según el plano, estaban a siete kilómetros.

--Coge tu mochila y yo cargaré con la mía--dijo Miguel con decisión--, ésto se ha acabado.

Tras una larga espera, tomaron el primer autobus que iba en dirección a Orléans. Cenaron en un restaurante de lujo, durmieron en un buen hotel y, a la mañana siguiente, con la cartera bien aligerada, cogieron el tren para Hendaya."

-----------------------------------------------------------------------------------------------------

WALKING UNDER THE AUGUST SUN (7)

At that point of discouragement, meeting a fellow Spaniard cheered them up. They went up to him and started a conversation but Gutierrez didn't seem very friendly. After many questions they were able to find out that he was, indeed, Spanish and had been living in France for many years. They also noticed that he wasn't very willing to talk to them, probably, thinking they were dangerous "reds" that had escaped from Spain after having done who-knows-what shenanigans. During the course of the conversation, they observed that he had forgotten practically all his Spanish and spoke a disastrous French.

María and Miguel bought an ice-cream. When they went to pay, instead of favouring his fellow countrymen, he charged them three times its worth. This small detail disheartened them completely.

When Gutierrez disappeared with his ice-cream cart, they remained silent for a long time. They were still sitting in the ditch with the blankets and back-packs thrown over the grass. María discarded her Chinese hat and Miguel dried his perspiration with a wrinkled and quite dirty handkerchief.

--How many kilometres away are we from Orléans?--Miguel suddenly asked.

Maria's eyes perked up. The map showed they were seven kms. away.

--Grab your back-pack and I'll carry mine--Miguel said emphatically--this is finished!

After a long wait, they took the first bus going to Orléans. They dined in a luxurious restaurant, slept in a good hotel and, the following morning, with less money in their pockets, took the train to Hendaye.

14 comentarios:

  1. Nunca lo sabremos pero no hubiera estado mal que Gutierrez se hubiera despeñado por una curva un par de kilómetros más adelante, y que hubiera tardado varios días en morir con una agonía equiparable a su caridad.

    Como mínimo.

    Besos.

    ResponderEliminar
  2. Rojos peligrosos...¡qué pena! entre españoles y en un país extranjero y encontrarse con eso.
    ¡pobres! Menos mal que, por fin, cogen el tren...
    Y yo tampoco lo he leído en Google. Prefiero comprarlo y leerlo con calma después de que tu nos lo cuentes.
    ¿Qué encontrarán en España?
    Miseria... desolación, oscuridad...
    Besos.

    Muy gracioso el francés del mantecadero.
    Por cierto había uno de mi pueblo coetáneo de mi padre que se exilió a Francia y regresó a mediados de los 60. La gente le saludaba:
    - Hola, fulanito ¡qué alegría verte! Lo que pasa en los pueblos y el gachó
    - Ah!!! Je ne conais pas qui c'est ça. No te conosco...
    De catalán nada, sólo francés y un castellano macarrónico. La gente se reía un poco de su tontería. Mi padre le espetó:
    -Ja m'ho deien que n'hi havia més a fora que a dins!
    Esto lo entendió a la perfección y recobró la memoria lingüística como por ensalmo.

    ResponderEliminar
  3. ¡Una decisión rotunda! Es que no es lo mismo hacer senderismo por turismo como ahora que en estas condiciones...

    ResponderEliminar
  4. Voy a ver si empiezo a leer desde el principio, que si no, no me voy a enterar de la historia.

    ResponderEliminar
  5. Ya lo he leído entero. Si es que, deberían haber cogido un tren que los dejara más cerca de la frontera. Pero bueno, todo es una experiencia al final y de todo se aprende.

    ResponderEliminar
  6. Suele pasar con los emigrantes, los primeros llegados no ven nunca con buenos ojos los últimos en hacerlo..Igual que los pasajeros en un vagón de tren.. Y este Gutierrez, recuérdalo voy leyendo al día en tu casa, me daba a mí que.. pues eso, que salió tal y como lo esperaba.. "un mal parit"

    Mille baisers, Merche.
    Orléans, à faire rêver...

    ResponderEliminar
  7. TORO, nunca lo sabremos pero fue un cabroncín... Besotes, M.

    ANTONIA P., supongo que los "ignorantes" en aquellos años tendrían miedo de sus compatriotas "rojos". En el fondo, era un pobre desgraciado.
    Y, sí, siempre, me llamó la atención esos españoles que emigraron y, de repente, se olvidaron de su lengua... Yo que fui a Canada con diez años y cuando volví a Irún con veinte, todos me decían que aún tenía el acento irunés... Besotes, M.

    PEDRO, efectivamente querido, no es lo mismo. Besotes, M.

    AMELCHE, me alegro de que lo hayas leido entero. Al final cogieron un tren y ¡santas pascuas! Deberían estar reventados. Besotes, M.

    SELMITA, oui, un mal parit c'est Gutierrez! Et Orléans il est vrai que c'est une ville pour faire rêver... Gros bisous ma chère, M.

    GRACIAS MIS QUERIDOS

    ResponderEliminar
  8. La verdad es que María y Miguel tuvieron un mérito increíble. Yo no sé por qué pero cuando he viajado fuera de España, los más antipáticos siempre han sido los españoles con los que me he tropezado. Actúan como si no quisieran ser identificados como tales. Peor para ellos.
    Me alegro que por fin cogieran el autobús y después el tren. Su viaje a pie era terrible.
    Un beso gordo.

    ResponderEliminar
  9. Es muy cierto lo que dice Selma. Y creo también que la mayoría de los vendedores no tienen más patria que sus negocios.
    un beso!

    ResponderEliminar
  10. Jajajaja, a mi me paso algo parecido en Finlandia, cuando vivía Franco, me llamaron fascista y encima me cobraron el doble por una hamburguesa....las generalizaciones son odiosas:):)
    Besos

    ResponderEliminar
  11. ISABEL, así es. A veces nuestros compatriotas pueden ser los peores... Yo tambien me alegro de que al final cogieran el tren. Ya veremos qué más aventuras les depara el destino. Besotes, M.

    MARCELO, pues tienes razón en lo de la patria... Besotes, M.

    FRANKI, en fin, a veces hay que aguantar cada cosa... Besotes, M.

    GRACIAS MIS QUERIDOS

    ResponderEliminar
  12. ¿Un poquito cabrón el tal Gutiérrez ese no?
    Un besote

    ResponderEliminar
  13. Qué peregrinaje más afortunado si disponían de dinero para viajar así.

    Desde luego, no hay nada peor que toparse en el extranjero con un compatriota y que se haga el orejas, porque no se sienten ni compatriotas.

    ResponderEliminar
  14. DESPLAZADOS, sí, bastante... Besotes, M.

    BIPOLAR no te olvides de que deberían tener dinero ya que habían trabajado como negros en el bar de Larrabeiti... Besotes, M.

    ResponderEliminar