"Antes de regresar a la casa, María entró en una tienda a hacer algunas compras. Era uno de esos establecimientos de pueblo, donde se vende desde el bacalao y el tocino, hasta unas alpargatas, un puchero y un vestido de señora.
María quedó admirada ante la belleza de la mujer que despachaba en el mostrador. Tendría unos treinta años, y anudaba su pelo negro y brillante en un moño. Sus ojos, inmensos y verdosos, resplandecían enmarcados por unas cejas perfectamente dibujadas. La boca y la barbilla estaban modeladas con la pureza de una estatua griega. La nariz era fina y expresiva. La mirada denotaba inteligencia, a pesar de un punto de tristeza.
María salió de la tienda muy intrigada por la visión de aquel ser extraordinario en un ambiente tan rústico.
Al llegar a casa, la mujer, ya mayor, que le había hecho la limpieza le informó sobre la bella tendera. Se llamaba Eloísa y estaba casada con un vejete bastante gruñón, aunque buena persona. Eloísa había tenido la desgracia de ser, durante cuatro años, la novia del sacristán, que tenía fama de pillo. Las relaciones se rompieron, y en el pueblo, después de un noviazgo largo, nadie se acercaba a ella con buenas intenciones. Por fin, don Jacinto, el dueño de la tienda, viudo y sin hijos, le ofreció su mano y su pequeña fortuna, que ella aceptó como quien se agarra a un clavo ardiendo.
El recuerdo de aquella maravilla que se iba a ir consumiendo, triste y estérilmente, obsesionó a María durante varios dias. Por el ambiente y la época en que había tenido la mala suerte de nacer, la pobre Eloísa se vería irremisiblemente privada de toda oportunidad para poder salir de aquella cárcel mezquina, aburrida y agobiante".
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Before going back home, María went shopping for a few things. The shop was one of those country stores where they sell everything: cod, bacon, espadrilles, pots & pans and a lady's dress.
María was surprised at the beauty of the woman serving behind the counter. She must have been in her thirties, her black, lustrous hair twisted in a bun. Her enormous greenish eyes, framed by perfectly-delineated eyebrows, denoted intelligence in spite of a touch of sadness. Her mouth and chin resembled the pureness of a Greek statue. The nose was slight and expressive.
María left the shop very intrigued at the sight of that extraordinary being, in that rustic environment.
When she arrived home, the older cleaning woman who did their house chores, informed her about the beautiful shopkeeper. Her name was Eloise; she was married to a grouchy, although, kind old man. Eloise had the misfortune of having been the church caretaker's girlfriend for four years, famous for being roguish. The relationship ended and, in the village, after such a long engagement, no one drew near her with good intentions. At last, Mr. Jacinto, the store's owner, a widower with no children, offered his hand and his small fortune which she desperately accepted as a last straw.
The thought of that beauty, slowly wasting away, sadly and barrenly, haunted María for a few days. Due to the times and the ambience poor Eloise had the ill fortune to be born in, she would undoubtedly consume herself in that oppresive, boring prison of mediocrity and pettiness.
María quedó admirada ante la belleza de la mujer que despachaba en el mostrador. Tendría unos treinta años, y anudaba su pelo negro y brillante en un moño. Sus ojos, inmensos y verdosos, resplandecían enmarcados por unas cejas perfectamente dibujadas. La boca y la barbilla estaban modeladas con la pureza de una estatua griega. La nariz era fina y expresiva. La mirada denotaba inteligencia, a pesar de un punto de tristeza.
María salió de la tienda muy intrigada por la visión de aquel ser extraordinario en un ambiente tan rústico.
Al llegar a casa, la mujer, ya mayor, que le había hecho la limpieza le informó sobre la bella tendera. Se llamaba Eloísa y estaba casada con un vejete bastante gruñón, aunque buena persona. Eloísa había tenido la desgracia de ser, durante cuatro años, la novia del sacristán, que tenía fama de pillo. Las relaciones se rompieron, y en el pueblo, después de un noviazgo largo, nadie se acercaba a ella con buenas intenciones. Por fin, don Jacinto, el dueño de la tienda, viudo y sin hijos, le ofreció su mano y su pequeña fortuna, que ella aceptó como quien se agarra a un clavo ardiendo.
El recuerdo de aquella maravilla que se iba a ir consumiendo, triste y estérilmente, obsesionó a María durante varios dias. Por el ambiente y la época en que había tenido la mala suerte de nacer, la pobre Eloísa se vería irremisiblemente privada de toda oportunidad para poder salir de aquella cárcel mezquina, aburrida y agobiante".
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Before going back home, María went shopping for a few things. The shop was one of those country stores where they sell everything: cod, bacon, espadrilles, pots & pans and a lady's dress.
María was surprised at the beauty of the woman serving behind the counter. She must have been in her thirties, her black, lustrous hair twisted in a bun. Her enormous greenish eyes, framed by perfectly-delineated eyebrows, denoted intelligence in spite of a touch of sadness. Her mouth and chin resembled the pureness of a Greek statue. The nose was slight and expressive.
María left the shop very intrigued at the sight of that extraordinary being, in that rustic environment.
When she arrived home, the older cleaning woman who did their house chores, informed her about the beautiful shopkeeper. Her name was Eloise; she was married to a grouchy, although, kind old man. Eloise had the misfortune of having been the church caretaker's girlfriend for four years, famous for being roguish. The relationship ended and, in the village, after such a long engagement, no one drew near her with good intentions. At last, Mr. Jacinto, the store's owner, a widower with no children, offered his hand and his small fortune which she desperately accepted as a last straw.
The thought of that beauty, slowly wasting away, sadly and barrenly, haunted María for a few days. Due to the times and the ambience poor Eloise had the ill fortune to be born in, she would undoubtedly consume herself in that oppresive, boring prison of mediocrity and pettiness.
Parece mentira que eso ocurriera hace unos setenta años.
ResponderEliminarQue las mujeres tuvieran que someterse así.
Besos.
Conozco muchos casos así y no tan antiguos: en los lugares pequeños hay muchos hombres y mujeres (sobre todo ellas) marcados socialmente que terminan su vida solteros o malcasados.
ResponderEliminarEn otras ocasiones, esperando aciertan.
Quién sabe.
Besos.
Tremenda la historia de esta pobre mujer. Un destino marcado del cual no se pudo desprender. Y seguramente en esa época, no debe haber sido la única.
ResponderEliminarMuchas gracias Merche por tus palabras, sos un amor!
BESOTES HERMOSA.
Desgraciadamente ocurría. Algunas optaban por el convento.
ResponderEliminarUn fuerte abrazo
Gracias por tus elogios a mis relatillos
como ya apuntan más arriba... hoy se dan muchos casos de éstos...y la mayoría por interés...tiendas de esas...jaja...en mi pueblo había una (aún existe) que lo mismo te vnedían un peine, que polvos para las conservas de caseras, que medio cuartillo de vino, que tres cuartos de jaón o picadura para fumar...eran los primeros hiper....besos
ResponderEliminarTORO, o como dice KETY se metían a monjas... Besotes, M.
ResponderEliminarPEDRO, sí, creo que hasta hace bien poco, en los pueblos existían casos así. Qué pena, que manera de desperdiciar una vida... Besotes, M.
STANLEY, como le digo a PEDRO, hasta hace bien poco, estas mujeres existían. ¡Tremenda desgracia! Besotes, M.
KETY, no me seas humilde...tus "relatillos" son geniales, originales y llenos de enjundia. ¡Ojalá yo tuviera tu imaginación! Besotes, M.
TUCCI, yo tambien recuerdo esas tiendas aquí en Ibiza, en los '70 donde vendían ¡de todo! eran los "Corte Ingleses" de la época... Besotes, M.
¡El título de tu Entrada lo resume a las mil maravillas!
ResponderEliminarMille bisous!
El matrimonio, no nos engañemos, ha sido el INEM de las mujeres. Lo peor es acostarse con la patronal.
ResponderEliminarSigue ocurriendo...
Esos híper de pueblo, conocí alguno en Campo Real,me encantaban. No me parecían tan rústicos, tenían su encanto. No sé si queda alguno.
Un abrazo, Merche, mi mejor animadora.
Muchas posibilidades se han perdido detrás de un mostrador estéril y un marido demasiado marido.
ResponderEliminarExcelente Merche. Estos retazos tan con concretos me recuerdan a Azorín escribiendo las cosas por su nombre.
Un abrazo
Las cárceles aparecen donde menos se espera.
ResponderEliminarVeo que sigues en forma, Merche.
Un abrazo,
Pablo
Lo que dice Pedro Ojeda es verdad: y no hace tanto tiempo.
ResponderEliminarEstupendo relato.
Besos...!
SELMITA, merci, ma chérie. Gros bisous, M.
ResponderEliminarABEJITA, qué graciosa eres...el INEM de las mujeres... Me ha gustado la descripción. Besotes, M.
JAN PUERTA, en este caso creo que el marido no era "demasiado" marido sino un buen hombre que le proporcionaba la sacrosanta "honra" para que la pobre pudiera vivir en paz. Besotes, M.
PABLO de mi vida y de mi corazón ¡ya era hora que aparecieses de nuevo! Mi primer bloguero... hay que ver... Besotes, M.
GRACIAS MIS QUERIDOS
CORNELIVS, tu comentario entró despues de mi contestación a todos. Gracias por tu aportación. Besotes, M.
ResponderEliminarA cuentas mujeres les paso esto en aquella epoca, y si al menos eran respetuosos, eso que se llevaban. jejeje
ResponderEliminarMe encantan esas tiendas, quedan pocas, pero aun hay, jejej
Un beso cielo
No sé si la tienda de la foto és la de la historia. per cierto muy real y magníficamente expuesta. Pero la imagen no tiene desperdicio. Hay que mirarla con detenimiento, y darse cuenta de todos los detalles. Es un poema!!!
ResponderEliminarjopeta que fuerte.. la dejaba en novio y ya nadie la quería? por que estaría ya "tocada" y "retocada" no? Pobre chica, vendida casi como las prostitutas para ser algo en la vida.. que pena
ResponderEliminarBezos.
ALEX, hasta hace bien poco, en los pueblos, las mujeres se tenían que casar por narices porque si no, eran tachadas de "solteronas" y por eso quedaban "para vestir santos"... Pobrecillas. Esas tiendas aún existen, sí. Muchos besotes, M.
ResponderEliminarMONTSERRAT SALA, gracias por tu visita. Te explicaré sobre el post. Voy transcribiendo capítulos (la traducción al inglés es mia) del libro "Exilios" que escribió mi tia-abuela, Dolores Salís a los cerca de sus 90 años. Cubre los años 1936-1945 (si quieres bucear en mi blog lo tengo escrito desde el principio). Ahora mis tios (en el libro Miguel y María) están en Guadamur (Toledo) de camino a Sierra Morena. La foto de la tienda la saqué de Google.
Muchos besotes, M.
THIAGO, así era hasta hace bien poco en este país. Gracias queridiño. Besotes, M.
GRACIAS DE NUEVO MIS QUERIDOS
I wonder how Eloisa's life played out. Maybe when her grumpy but kind old husband died, she kicked up her heels and went traveling!
ResponderEliminarNORTHSHORE, I doubt it in the Spain of the times... She just, probably, withered her existance away. Poor woman. Hugs, M.
ResponderEliminar¿Tenía criada?
ResponderEliminarEsta historia, a veces, no tiene sentido