martes, 11 de enero de 2011
LA LUCHA CONTRA LA MONOTONÍA
"Aquellos días, circulaba la noticia de que la partida de "El Herrerillo", que operaba generalmente en la parte de Ciudad Real, se había corrido hacia los montes cercanos a Santa María de la Cabeza. Al cuartelillo de la Guardia Civil de Candera llegaron órdenes severísimas y también refuerzos, pues en el último enfrentamiento con esta partida había caido gravemente herido un guardia.
También existía en el pueblo otro motivo, aunque de bien distinto género, para avivar y excitar la imaginación de sus habitantes. Don Emiliano había traído a Candera a su hijo mayor. Era un mozo gordete, de pelo claro y labios gruesos, con mirada inexpresiva. Lo que más extrañó fue que don Emiliano llevara enseguida al muchacho, que se llamaba Ildefonso, al teléfono público.
Durante la semana que permaneció en Candera, Ildefonso se pasó los días pegado al ventanillo de Rosita. Todos pensaron en un idilio entre el muchacho y la telefonista, pero, cuando el chico regresó a Córdoba para continuar sus estudios, vieron con gran asombro que don Emiliano seguía solicitando a todas horas largas y complicadas conferencias, y que los regalos que continuaba trayendo a Rosita eran cada vez de más valor."
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FIGHTING AGAINST MONOTONY
In those days, rumours spread that the "Little Blacksmith's" band, which field of action was generally around Ciudad Real, was now in the mountains near Santa María de la Cabeza. Extremely strict orders, as well as reinforcements, arrived in Candera's Civil Guard's post as, in the last scrimmage, a guard had been severely wounded.
Although of a different genre, there was another theme which was the talk of the town, livening and exciting the villagers' imagination. Don Emiliano had brought his eldest son to Candera. He was a plump young man, with blondish hair, very full lips and an inexpressive look. What surprised everyone the most, is that don Emiliano, the first thing he did, was take Ildefonso--that was his name--to the public telephone.
During the week he stayed in Candera, Ildefonso spent every day next to Rosita's telephone cubicle. Everyone thought there was a romance going on between them. However, when he went back to Córdoba to continue his studies, they were astonished to see that don Emiliano continued placing long and complicated calls for hours and the gifts he gave Rosita were more and more expensive.
Don Emiliano la sabía larga...
ResponderEliminarBesos.
Es raro, porque la mayoría de regordetes con esas características tienen una mirada intensa.
ResponderEliminarOye, Merche, son partes de una novela?
un abrazo
Por eso dicen "pueblo chico infierno grande"
ResponderEliminar¡jajajjajaja Don Emiliano usaba a su inocente hijito de escudo al principio!
ResponderEliminarjajajaja viejo tramposín....
ResponderEliminarTu prosa excelente. Tus historias sino son reales, llevan el impreso de lo verídico.
ResponderEliminarUn saludo.
Estoy con MYRIAM. Don Emiliano quería tener una excusa para visitar a Rosita y la encontró.
ResponderEliminarBesos
No sé yo, el Don Emiliano con Rosita, mucha diferencia de edad debía de haber entre esos dos. Así que menudo cuco el tipo. ¬¬
ResponderEliminarTORO, ni que lo digas... Besotes, M.
ResponderEliminarROMEK, no. Son las historias de mi tía que como te digo salta de una cosa a otra. Creo que te gustaría más leer el principio de "Exilios" que cuenta cuando mis tíos estuvieron exiliados en París al principio de la guerra incivil. Creo que en Google salen estos capítulos. Besotes, M.
EL DRAC, ¡Ay, si lo sabrás tú...! Besotes, M.
MYRIAM, pero ¿te imaginas si hubiese surgido un romance entre ellos? El pobre don Emiliano se queda sin su adorada Rosita... Besotes, M.
MODERATO, las historias son reales pero no es mi prosa sino la de mi tia abuela, Dolores Salís, que escribió "Exilios (1936-1945)" a sus 80-90 años. Besotes, M.
ASUN, ya antes de llegar su hijo, iba al teléfono público a pedir enrevesadas conferencias y llevarle regalos a Rosita... Besotes, M.
Z, ¡Claro, don Emiliano no se iba a enamorar de una vieja! No te fastidia... Besotes, M.
jaja hoy es de esos días que nos dejas intrigados, no? jaja Qué coño hablarán tanto y con quién? jaja
ResponderEliminarLo sabremos en el próximo capítulo, jaja Bezos.
Rosita: demasiado mayor para Ildefonso, demasiado joven para Emiliano.
ResponderEliminarLa Guardia Civil: a lo suyo
THIAGO, NO hay próximo capítulo. Ya sabes que mi tía algunas historias NO las remataba... Besotes, M.
ResponderEliminarPACO CUESTA, ja,ja...Asi era. Y la Guardia Civil a lo suyo... Besotes, M.
¡que intriga!
ResponderEliminar¿con quién hablará el buen hombre?
biquiños,
ALDABRIÑA, con nadie, simplemente quería pasar todo el tiempo al lado de su amada Rosita y la única manera era poniendo largas y complicadas conferencias que nunca llegaban a su fin, supongo. Y así pasaban las horas... Besotes, M.
ResponderEliminarMerchiña, que mi post es ficción, mujer, ¿no te das cuenta que el protagonista es un hombre? Es que lo escribí pensando en alguien que conozco que lo está pasando mal. Aunque podría ser la historia de muchísimos hombres.
ResponderEliminarbiquiños,
Es esta época cualquier cosa por pasar el tiempo...besos
ResponderEliminarLa lucha contra la monotonía no era asunto baladí en un pueblo chico. Avidez de novedades.
ResponderEliminar¿Qué hablaba don Emiliano?
Besos
Que me perdone El Herrerillo, pero esta vez quería decirte que quien lucha y vence a nuestra monotonía eres tú. Feliz cumpleaños Merche!
ResponderEliminarUn beso
ALDABRIÑA ¡Me has quitado un peso de encima! Pues lo tendré que volver a leer porque no me percaté que era un hombre, no. Besotes, M.
ResponderEliminarTUCCI, ja,ja... Besotes, M.
ABEJITA ¡Vete tu a saber lo que hablaba don Emiliano! Creo que las conferencias eran tan complicadas que nunca llegaba a hablar con nadie... Besotes, M.
MARCELO ¡Gracias, cariñín! Eres el primero que me felicita... Y gracias también por el piropazo. Besotes, M.
GRACIAS MIS QUERIDOS
De lo que estoy seguro es que llenaban la monotonía con todo tipo de cotilleos...
ResponderEliminarBesos.
PEDRO, ¡Seguro que era un hervidero de cotilleos! Besotes, M.
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