Os dejo con un post vintage y una foto refrescante.
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I leave you with a vintage post and a refreshing picture.
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Empieza en inglés (es que cuando empecé a escribir mis posts, lo hice en inglés primero), el español viene despues.
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Toronto in the fifties was an Anglo-Saxon, white, European society. As, a
matter of fact, I had never seen a black person in my life until one
day we crossed the border to see the Falls from the American side, and
then on to Buffalo, N.Y. It was full of black people! What a
difference from one side to the other... (the first black person I saw in
Toronto was, I think, in the sixties). Anyway, this is just a little
anecdote but really has nothing to do with the story I'm about to tell (except seeing the Falls from the American side...).
My
father bought a car--Morris Oxford--and, of course, the first trip we
took was to Niagara Falls. They were breathtakingly beautiful and
magnificent, however, my parents were so enthralled and enthused that
for the next TWO YEARS we practically went every weekend! Too much for me.
I knew the Falls inside/out! I knew them from above; from below--with
the yellow raincoats; from the bottom, on the boat, with the black raincoats; across from the
front from the Spanish Lift which, by the way, was built by one of our
relatives, therefore, the name "Spanish". So, least of falling over
them--which would have killed me and I wouldn't be writing this--I was
fed up with the Falls!!! Never went back again and don't plan to do so
in the near future.
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Toronto, en los años cincuenta, era una ciudad muy
anglosajona, muy europea y muy blanca. Jamás había visto un negro en
mi vida hasta que un dia cruzamos la frontera, para ver las cataratas
del lado americano y nos adentramos hasta Buffalo, N.Y. Estaba lleno de
negros, qué diferencia de un lado al otro..., creo que la primera
persona negra que vi en Toronto fue en los años sesenta. Bueno, esta es
una pequeña anécdota que no tiene mucho que ver con la historia que
cuento a continuación (excepto el ver las cataratas desde el lado americano...).
Mi padre compró un coche--un Morris Oxford--y,
claro, el primer viaje que hicimos fue a las cataratas del Niagara.
Eran fabulosas, preciosas y grandiosas. Ahora bien, mis padres quedaron
tan alucinados y entusiasmados que en los DOS AÑOS siguientes fuimos casi cada fin de semana. Me las conocía de arriba, abajo. Las vimos por arriba; por
abajo con los chubasqueros amarillos; por debajo en el barquito con los chubasqueros negros; por
enfrente cruzando el "Spanish Lift" (se llama así porque fue construido
por un pariente nuestro) y exceptuando haber caido por ellas --habría
muerto por lo tanto no estaría escribiendo ésto ahora--¡¡estaba harta de
las dichosas cataratas!! Nunca más volví ni pienso hacerlo en un futuro cercano.