Sigo con mis entrevistas en el Diario de Ibiza, 2001 (sin traducción al inglés)
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I'm continuing with my interviews in the Ibiza Journal, 2001 (without an English translation)
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"IBIZA TIENE MUCHAS SOCIEDADES"
Antonio Fioravanti y Any Perthuis, tanto monta, monta tanto, son una bella pareja que lleva unida treinta y cinco años. Una de las más duraderas de la época de la fárandula dorada de Ibiza. Todo un record. Antonio, hijo de la Marquesa de Nájera y del Donadío, es un hombre atractivo, moreno, con bonitos ojos verdes de mirada tierna por quien no parece que pasen los años. Any, una guapa parisina, emana energía por los cuatro costados.
Antonio Fioravanti y Any Perthuis, padres del cineasta Igor, me reciben en su coqueto chalet, decorado con muy buen gusto. En las paredes, cuadros originales y coloridos de Antonio. Nos sentamos en el porche resguardado por enormes enredaderas de buganvillas, damas y galanes de noche.
- Antonio, ¿cuándo y por qué viniste a Ibiza?
- En 1960. Tenía diecisiete años. Nací en Madrid, pero a los tres años mi padre, que era piloto militar, fue trasladado a Mallorca. Vivimos unos años allí hasta que mi padre nos abandonó para irse de aventurero al Amazonas. Entonces mi madre, mis tres hermanos y yo nos fuimos a vivir a Torremolinos, porque mi abuelo tenía el Hotel Montemar (el primer hotel que existió en el pueblo) y el Club de Remo, donde iba toda la aristocracia. Ese año, mi madre quiso sacar a un hermano que estaba enfermo del riñón del follón del verano de Torremolinos, ya que temía que se muriera, y decidimos venirnos aquí, que era más tranquilo.
- ¿Y tu, Any?
- En 1966. Durante las vacaciones de Semana Santa. Ese año no pude ir a esquiar, como era mi costumbre. Entonces, una amiga y yo decidimos ir al sur. Cogimos un mapa de España, apuntamos con el dedo a ciegas y dio en Ibiza. Así que nos vinimos. Lo único que conocía de Baleares era Mallorca, porque ya había estado.
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Antonio, ¿cual fue tu impresión de la isla?
- El impacto fue increible, sobre todo por la belleza del mar, su colorido y transparencia. Nos fuimos a San Antonio y allí conocí a personas interesantísimas, como Alejandro Vallejo-Nájera y Fernando de Castro, quien ha escrito un libro reciente sobre sus vivencias en la isla, "La isla perdida", y que llamaba a mi madre "la condesa descalza" porque la verdad es que era muy bella, muy exótica.
- ¿Y Alejandro Vallejo-Nájera?
- Era todo un personaje. Recuerdo ir con él y los hermanos Olaso a una discoteca, sentarnos en una mesa y, cuando veía a la mujer más guapa, dejarnos plantados e irse tras de ella. Normalmente las conquistaba, y ellas se quedaban prendadas y rendidas a sus pies. A mi, que era joven, eso me flipaba.
- ¿Qué pasó después de ese verano del 60?
- Ibiza quedó dentro de mi pero mi proyecto era ser ingeniero naval. Tenía que volver al sistema. Estudié en la Universidad de Madrid pero tuve la suerte de caer enfermo de tuberculosis
y me llevaron a un sanatorio en la Sierra, donde permanecí durante dos años. Una vez curado, no hice la recuperación y me expulsaron por llevar mujeres de "mala vida". El doctor me preguntaba por qué llevaba estas mujeres. Yo, todo indignado, le decía que no eran de "mala vida" sino "señoras" (risas).
- Volviste a la universidad?
- Volví a estudiar, pero no pude continuar porque, debido a mi enfermedad, me di cuenta de que la vida era muy precaria, que el futuro no existía, sólo el presente.
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¿Regresaste a Ibiza?
Sí, sería 1964 cuando me instalé, aunque iba y venía porque me tocó hacer la mili en Almería. Pero en 1966 conocí a Any, nos casamos, tuvimos a Igor y aquí seguimos.
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Any, vuestro amor parece que fue un flechazo.
- Al parecer, Antonio ya se había fijado en mi, pero yo no. Un día que mi amiga y yo hacíamos autostop, nos recogió un amigo de la madre de Antonio y nos invitó a casa de ella. Cuando llegó Antonio y me vio con su madre, se quedó de piedra. Empezamos a salir y a las dos semanas me pidió en matrimonio. Intentamos casarnos en la iglesia de San Telmo, pero al ser yo menor de edad (19 años)
necesitaba el permiso paterno. Llamé a mi padre pidiéndole que me enviara el permiso, pero me dijo que fuera a París a buscarlo (risas). Total, que me fui porque también tenía que terminar mis estudios y en junio volví. Nos casamos en noviembre en Madrid. Antonio tenía que hacer la mili, le tocó Almería y para allá nos fuimos. Mientras él hacía la mili yo hice de extra en todas las peliculas que se rodaban, especialmente en los spaguetti westerns (risas).
- ¿Cuál fue tu impresión de la isla?
- Ninguna en particular, porque detestaba el campo. Viniendo de París, yo era muy de asfalto. Los primeros años que vivimos aquí, me iba a París a menudo porque no aguantaba mucho la insularidad. Ahora, sin embargo, me encanta. No viviría en otro lugar. Adoro el campo y odio las ciudades (risas).
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Antonio, ¿cómo era la isla en aquella época?
- Fascinante, debido a los personajes que vivían aquí. Como había tantos pintores yo también intenté serlo (había estudiado Arte en el sanatorio). Me escapaba a Madrid a hacer exposiciones pero pronto me cansaba y regresaba.
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¿De qué vivíais?
- Llevábamos el tablao que había montado mi madre en San Antonio "La gitana" que fue el lugar más famoso de entonces porque en aquellos años San Antonio era el lugar de encuentro de todos los que vivíamos aquí. Luego transformé "La gitana" en el primer bar de música pop donde tocaban músicos melenudos. El alcalde mandaba a la Guardia Civil a pelarlos porque no quería "peluts" ni gentes de mal vivir, según él. Yo les ponía pelucas y seguían tocando (risas).
- ¿Los Bee Gees tocaron en tu establecimiento?
- No, ellos creo que cantaron en el Playboy, en el mío cantaban Los Masters, un grupo que fui a buscar a una estación de radio de Barcelona. Posteriormente cantaron en el Nikas de Madrid.
- ¿Ganasteis dinero con "La gitana"?
- ¡Qué va! Todos vivíamos sin dinero, dejando a deber en todos los sitios, el mío incluido. Incluso despreciábamos a los que venían a hacer dinero en serio. Para nosotros habían caido en la trampa del capitalismo, del "establishment" (risas). Si alguien aparecía con corbata pronto se sentía incómodo, fuera de lugar y a los cuatro días se la quitaba. Tampoco admitíamos que se hablara de política. Hablábamos de vivencias, de filosofía a nuestra manera, sin referencias. Los famosos nos daban exactamente igual, quedaban defraudados (si tenían esa expectativa) porque nadie les hacia caso.
Volviendo a "La gitana", cuando la dejé llevé "La finca" en Ibiza porque a finales de los sesenta, el lugar de encuentro se había trasladado a la ciudad. También tuvimos "La crèperie". Luego adquirí un goleta bergantín a Abel Matutes padre, un barco de 125 años que había llevado sal a Cuba, que posteriormente transformé en restaurante y coloqué en el muelle viejo de San Antonio. Era precioso.
- ¿Cómo recuerdas la llegada de los hippies?
- Fue mi encuentro con la mística. Otra parte de Ibiza que existe y es muy importante. Tenía 35 años y al haber satisfecho todos mis deseos de los sentidos, llegó un momento en que estaba cansado y me preguntaba si no habría algo mas. Me preguntaba si los hippies, a pesar de su espectáculo exterior, que me parecía exhibicionista, no tendrían algo más en su interior, y es cuando descubrí que la mayor parte sí sentían una espiritualidad profunda. Eso me llevó a investigar ese camino, esa mentalidad. Viajé a la India, tuve experiencias espirituales que me abrieron la comprensión de lo que es el hombre y a partir de entonces he escrito dos libros que no he publicado. También tengo un pequeño grupo que viene a casa dos veces a la semana a quienes enseño meditación.
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Aparte de tus clases de meditación, ¿a qué te dedicas ahora?
- Construyo casas.
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¡Peligro! ¿No crees que ya está bien de tanta construcción?
- Creo en la libertad del individuo, que pueda hacer según su gusto, aunque no sea el mío porque el ser humano es creador; crece al crear aunque cree erróneamente porque a través de los errores va aprendiendo. Se han hecho cosas horribles, especialmente en las ciudades. Tantas cosas feas deberían ser rehechas, reedificadas y todos los que tienen proyectos nuevos deberían pasar por un grupo de estetas--no necesariamente arquitectos sino pintores, escultores, escritores, etcétera--. Que no prohibieran pero que dijeran, ¡así no! La isla de Ibiza es un lugar de transformación, como debe ser, y todos los que vienen por primera vez también quedan fascinados, les encanta Ibiza. Porque esta isla tiene muchas sociedades donde uno puede encajar con total tolerancia y respeto, como siempre fue habitual debido al carácter de los isleños.
- Hablemos de vuestro hijo, Igor. ¿Es un famoso cineasta en ciernes?
- ¡Ojalá! Porque mi gran ilusión es ser como el padre de Julio Iglesias, rodeado de mulatas (risas). Estudió Imagen en Ciencias de la Información y trabajó como ayudante de producción y de dirección. Acaba de rodar la pelicula "El sueño de Ibiza" (aunque el título puede que cambie) basado en un guión escrito con su sensibilidad sobre sus experiencias de pequeño en Ibiza. Esperamos y deseamos que tenga éxito.