En el verano de 2001 hice una serie de entrevistas para el Diario de Ibiza de personajes que habían dado fama a la isla y una de ellas (25 de agosto) es la que voy a transcribir a continuación. En parte tiene un poco que ver con la lectura colectiva de la "Sonata de invierno" de Valle Inclán en el blog "La Acequia" de Pedro Ojeda Escudero. (Sin traducción al inglés)
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In the summer of 2001 I did a series of interviews for the Ibiza Journal of people who lived and gave fame to the island. I'm going to transcribe one of them which, partly, has to do with the joint reading of Valle Inclán's "Winter Sonnet" in "La Acequia" Pedro Ojeda Escudero's blog. (Without an English translation)
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Antonia Maxwell, belleza serena de preciosos ojos negros de mirada penetrante y ligeramente retadora, llegó a la isla en 1969 desde Mallorca. Descendiente por parte materna del Archiduque Luis Salvador de Austria, tataranieta de Carlos VII, bisnieta de doña Blanca de Borbón, infanta de España (legítima heredera del Carlismo), y por parte paterna de acaudalados terratenientes argentinos emparentados con los Romanov, es una hermosa mujer sencilla, nada pretenciosa a pesar de su "pedigree", que no le gusta comentar y del que no alardea.
Antonia Maxwell me recibe en casa de su hermana, la pintora Cristina Ereñú, un piso amplio y luminoso decorado con sus originales y preciosos cuadros.
--¿Es cierta la bella anécdota de que el personaje de "Mimi", en "La Bohème" de Puccini, fue inspirado por tu abuela, la archiduquesa María Antonia?
--Sí, es cierta. Puccini frecuentaba mucho la casa de mi bisabuela, doña Blanca, y a mi abuela, que era una niña entonces, le llamaban "Mimí". Un día que Puccini fue a cenar, apareció mi abuela en el salón y él le preguntó en francés cómo se llamaba. Mi abuela, muy pizpireta, contestó: "Je m'appelle Mimi" (me llamo Mimi). Entonces, Puccini decidió que su próximo personaje operístico se llamaría así.
--¿Por qué decidiste dejar Mallorca e instalarte en Ibiza?
--Me acababa de separar de mi marido Max Maxwell y también habían fallecido mis padres recientemente. Carlos Martorell y Juan Carlos Herrera me hablaban muchísimo de Ibiza. Presentí que era el lugar donde acogían a los que no iban a ninguna parte. Además, el hecho de que existiera un núcleo de gente joven rebelde y creativa me atraía con pasión.
--¿Cuál fue tu impresión?
--Totalmente viva. Llegué en barco al amanecer de un día de enero con mi hija, Celina. Hacía frío y estaba nublado pero me enamoré instantáneamente de la isla. Recuerdo las redes de los pescadores, las casitas blancas a lo largo del malecón. Sentí que Ibiza iba a ser mi madre, mi casa, mi vida, y de hecho la isla me ha dado lo mejor y lo peor, me lo ha dado todo.
--Tu matrimonio con Max fue bastante polémico.
--Sí, tenía diecisiete años y cree un conflicto social al casarme con un "parsi". Fui el punto de mira de toda la sociedad mallorquina porque mi familia era conocida.
--Pero Max era un hombre importante, a la sazón era el director creativo de "Vogue" y "Harper's Bazaar", además de ser el quinto mejor fotógrafo del mundo.
--Eso no importaba, lo que molestaba era que fuese "hindú" y diez años mayor que yo.
--En un libro reciente de Fernando Schwartz, "El engaño de Beth Loring", sales retratada como Luisa Genovés, ¿lo has leido?
--No, aún no lo he leido pero me lo han comentado varias personas, y según me cuentan no hay mucho de verdad en los personajes.
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Hay que tener en cuenta que al fin y al cabo es una ficción. Volviendo a Ibiza ¿cómo viviste esa época única?
--Fueron tiempos gloriosos, había mucha gente creativa, músicos como Taj Mahal; Jim Morrison de los "Doors"
; los "Bee Gees"; tu cuñado y mi gran amigo Luis Sangareau; me entusiasmé tanto que empecé a coleccionar todo tipo de instrumentos musicales. Todo el mundo era interesante, la gente se acercaba, te saludaba, te sentías en un espacio fuera del tiempo como si de repente todos nos conociésemos de antes. Los ibicencos te fiaban, se podía vivir con poquísimo dinero. La gente se interesaba por la gente. Cosa muy diferente a lo que me ocurría en Mallorca.
--¿Dónde vivías?
--La primera casa que tuve estaba en Es Cubells y pagaba 1.500 pesetas al mes. Era una preciosa casa payesa sin agua ni electricidad; cada vez que el dueño venía a cobrar el alquiler, me traía de todo: almendras, judías, patatas, pimientos, tomates. Lo que me regalaba valía más de lo que yo tenía que pagarle (risas).
--¿Tenías coche para moverte?
--¡Qué va! nos arreglábamos haciendo autostop. A veces, cuando miro atrás, pienso en cómo vivíamos, completamente salvajes, y que nos movíamos sin necesidad de automóviles, pero es que la gente era más solidaria. Nos ayudábamos los unos a los otros.
--¿A qué te dedicabas?
--Hacía collares y pulseras de lentejuelas y cristales. Las llevaba puestas, las vendía y me hacían encargos. También diseñaba ropa. Una tía abuela me regaló un arcón con trajes y telas extraordinarias: terciopelo, encajes, lino, así que terminé vistiéndome de paje medieval. A la gente le gustaba cómo iba vestida y me pedían que les diseñara atuendos.
--También fuiste modelo
-- Sí, me descubrieron aquí (risas). Aunque cuando estuve casada, Zeffirelli quiso que yo hiciera de Julieta en la película "Romeo y Julieta" pero Max me prohibió que fuera a Italia. De hecho tuve cantidad de oportunidades de hacer muchas cosas porque conocí a gente muy importante como Richard Attenborough, Anthony Quinn, Michael Caine. Por cierto, Michael fue nuestro padrino de boda y como regalo me dió una moneda insertada en un corcho de botella de Champagne como vale para canjearlo por un elefante que cuando tuviera el espacio suficiente y se lo pidiera desde cualquier parte del mundo y sin límite de tiempo, me lo haría llegar. Aún está pendiente...
--¿Cómo empezaste de modelo?
--Mi primer trabajo fue para la revista alemana "Stern". El reportaje fue sobre las mil maneras de hacer ropa con tan solo un trozo de tela. Me hicieron fotos con turbante, pareo, pantalones, etcétera. Esto desencadenó en una relación con la moda en Nueva York, Singapur, Londres, Frankfurt, España y Argentina.
--Hablando de moda, tu y los que vivíais aquí fuisteis los precursores de la moda Adlib. ¿Por qué crees que no se ha cimentado como la gran industria alternativa?
--Básicamente, porque la gente auténtica y original se marchó de la isla al comienzo del auge de la moda Adlib. En nuestra época no había tiendas, nos inventábamos nuestros vestuarios. Comprábamos las telas a los ibicencos, diseñábamos y nos hacíamos la ropa. De todas formas yo participé en el primer desfile de Smilja, fueron dos mil quinientas pesetas que nunca me pagó, por cierto (risas)
--Ahora te dedicas a la pintura, ¿por qué dejaste el mundo de la moda?
--Ese mundo me llenaba de vacío. Decidí volver a Ibiza y empecé a pintar combinando las dos cosas al principio.
--Cuéntame anécdotas
--En aquellos años, los puntos de encuentro al atardecer eran "Clive's", "La Tierra" cuando la llevaba Arlene, y "Lola's" por la noche. Durante el día buscábamos el sol y los que tenían coche que eran los americanos, nos recogían en el "Montesol" y nos ibamos a las playas de Ses Salines o a Es Cavallet, que estaban desiertas. Uno de los grandes acontecimientos era cuando llegaban los dos barcos semanales y al zarpar nos despedíamos con rollos de papel higiénico que volaban al aire como serpentinas de colores. No había tráfico ni semáforos. Cuando instalaron el primer semáforo en Vara de Rey, hicimos luto nacional. Estábamos en el "Montesol"; todos nos pusimos de pie y guardamos un minuto de silencio. Presentíamos que era el principio del fin. También recuerdo cuando un automóvil se prendió fuego en el Mercat Vell y llegó el único coche de bomberos que existía, tocando su campanita (igualito a las peliculas de Buster Keaton). Sacaron la manguera y salió un chorrito de agua ridículo que no daba para apagar nada, nosotros ayudamos con cubos y vasos de agua que traíamos del bar de la esquina "El Maravillas".
--¿Cual es tu impresión de la Ibiza actual?
--Creo que todos los que vinimos nos sentíamos un poco dueños de Ibiza y nos ha costado mucho adaptarnos a los cambios que para la isla ha sido "evolución". Nos resistíamos a perder el paraíso. Que existiera en el centro de Europa un lugar tan pequeño y fascinante, con tanta gente variopinta e interesante donde caminábamos por el medio de las calles sin asfaltar, era una quimera, un sueño. Me fui de la isla varias veces porque me costaba aceptar los cambios, pero siempre he vuelto porque sigue teniendo un imán especial. De hecho alguien que llegue ahora por primera vez, siente ese magnetismo, esa magia peculiar y me pregunto ¿será debido a Bes y Tanit? (nota mía: los dioses fenicios de amor y fertilidad, protectores de la isla durante muchos siglos). Aún existen ciertos lugares como San Carlos con su Bar Anita, San Juan y las casas payesas perdidas por el campo que nos retrotraen un poco al pasado.
--¿Qué es de tu vida ahora?
--Sigo pintando por encargo y como el arte va unido a la espiritualidad, también leo el alma de la gente.