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Capítulo XLVII-2ª parte de nuestra lectura colectiva en el blog "La Acequia" de Pedro Ojeda Escudero (sin traducción al inglés)
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Chapter 47 - 2nd part of our joint reading in Pedro Ojeda Escudero's blog "La Acequia" (without an English translation)
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En este capítulo tenemos a Sancho en "un suntuoso palacio" sentado en frente de "...mucha diversidad de platos de diversos manjares..." Perdices, Olla Podrida (¡como me he acordado de la nuestra en Burgos!) sin embargo hay un pesado, el doctor Pedro Recio, que con un montón de argucias no le deja comer nada a nuestro querido glotón.
Le pone cien mil excusas para no dejarle comer, que si la salud, que si Hipócrates dijo sobre las perdices "Omnis saturatio mala, perdicis autem pessima" que quiere decir "Toda hartazga es mala pero de las perdices malísima". Sancho se desespera "...vea el señor doctor de cuantos manjares hay en esta mesa cuál me hará más provecho y cual menos daño, y déjeme comer de él sin que me apalee... que me muero de hambre, y el negarme la comida...antes será quitarme la vida que aumentármela." El "doctor" solo le deja comer "ciento de cañutillos de suplicaciones y unas tajadicas sutiles de carne de membrillo."
(Visión de futuro, una vez más, por parte de nuestro Cervan cuando se refiere a las medicinas: "...son más estimadas las medicinas simples que las compuestas, porque en las simples no se puede errar, y en las compuestas sí, alterando la cantidad de las cosas de que son compuestas." Por eso yo solo tomo aspirinas...)
Sancho perdiendo la paciencia, le pregunta al tal "doctor" que dónde estudió y de dónde era. Contestó que de "...Tirteafuera, que está entre Caracuel y Almodóvar del Campo, a la mano derecha, y tengo el grado de doctor por la Universidad de Osuna". Sancho "todo encendido en cólera" le espeta "--Pues, señor doctor Pedro Recio de Mal Agüero...quitéseme luego delante: si no, voto al sol que tome un garrote y que a garrotazos, comenzando por él, no me ha de quedar médico en toda la ínsula..." Por lo menos los "ignorantes... porque los sabios, prudentes y discretos los pondré sobre mi cabeza y los honraré como a personas divinas". "Y denme de comer o, si no, tómense su gobierno que oficio que no da de comer a su dueño no vale dos habas".
Entretanto llega un correo del duque, "A don Sancho Panza, gobernador de la ínsula Barataria, en su propia mano o en las de su secretario" "¿Quién es aquí mi secretario?" Uno de los presentes respondió "Yo, señor, porque sé leer y escribir, y soy vizcaino. Con esa añadidura--dijo Sancho--bien podeís ser secretario del mismo emperador."
El duque advierte a Sancho que "unos enemigos míos y de esa ínsula la han de dar un asalto furioso no sé qué noche...". Sancho se queda "atónito" y ordena "...lo que se ha de hacer, y ha de ser luego, es meter en un calabozo al doctor Recio, porque si alguno me ha de matar ha de ser él, y de muerte adminícula y pésima, como es la de la hambre."
El "maestresala" advierte que no coma nada porque "...lo han presentado unas monjas, y, como suele decirse, detrás de la cruz está el diablo". Sancho se resigna y pide un "pedazo de pan y obra de cuatro libras de uvas..." No puede estar sin comer si encima tienen "...que estar prontos para estas batallas que nos amenazan...porque tripas llevan corazón, que no corazón tripas."
Sancho le dice al secretario que le conteste al duque, diciéndole que "cumplirá lo que manda como lo manda, sin faltar punto". Reparte "besamanos" a la duquesa y "a mi señor don Quijote de la Mancha, porque vea que soy pan agradecido" Luego le dice al secretario que como buen vizcaíno "podéis añadir todo lo que quisiéredes y más viniere a cuento. Y álcense estos manteles y denme a mí de comer, que yo me avendré con cuantas espías y matadores y encantadores vinieren sobre mí y sobre mi ínsula."
En esto entra un paje y le dice que "un labrador negociante" quiere hablar "a vuestra señoría". Sancho sorprendido dice "Extraño caso es éste de estos negociantes. ¿Es posible que sean tan necios, que no echen de ver que semejantes horas como éstas no son en las que han de venir a negociar? ¿Por ventura los que gobernamos, los que somos jueces, no somos hombres de carne y hueso, y que es menester que nos dejen descansar el tiempo que la necesidad pide, sino que quieren que seamos hechos de piedra mármol?" Sancho cree que no le durará mucho ese gobierno. Manda entrar al negociante.
Este se enrolla con una historia rocambolesca de su hijo bachiller y la moza con quien quiere casarse. Los dos, tanto ella como él, son dos adefesios de mucho cuidado. Primero le pide "...una carta de favor para mi consuegro" y luego, al preguntarle Sancho si quiere algo mas, "...querría que vuesa merced me diese trescientos o seiscientos ducados para ayuda a la dote de mi bachiller..." Reacción de Sancho cogiendo una silla: "¡Voto a tal, don patán rústico y malmirado, que si no os apartáis y escondéis luego de mi presencia, que con esta silla os rompa y abra la cabeza! Hideputa bellaco, pintor del mismo demonio, ¿y a estas horas te vienes a pedirme seiscientos ducados? ¿Y dónde los tengo yo, hediondo? ¿Y por qué te los había de dar aunque los tuviera, socarrón y mentecato?... Dime , desalmado, aún no ha día y medio que tengo el gobierno, ¿y ya quieres que tenga seiscientos ducados?"
"Hizo de señas el maestresala al labrador que se saliese de la sala, el cual lo hizo cabizbajo y al parecer temeroso de que el gobernador no ejecutase su cólera, que el bellacón supo hacer muy bien su oficio." (¡Qué cabr...oncín!)
Dejemos a Sancho con su cólera porque Quijo nos espera en el XLVIII. "Cide Hamete promete de contar con la puntualidad y verdad que suele contar las cosas de esta historia, por mínimas que sean."