Dicen los expertos que cuando empiezan los síntomas del Alzheimer (toda la vida se le ha llamado demencia senil...) uno se acuerda de acontecimientos que pasaron a los tres años pero no lo que pasó ayer. Chicos/as, queridos bloggers, eso me está pasando a mi. Antes de que se me vaya la olla del todo, os voy a contar algunos acontecimientos que me pasaron a los tres años. Primero, lección de humildad: a esa tierna edad le llamé bruja a mi amona (abuela en euskera), ella me hizo arrodillarme delante de ella y pedirle perdón. Lo hice. Jamás le llamé bruja en mi vida. Con cuatro años, lo de la edad de la razón (supuestamente era a los siete) ya me carcomía las neuronas. Me preguntaba ¿por qué dirán que la edad de la razón es a los siete, cuando me doy perfecta cuenta si hago bien o mal? A esa edad, la existencia de Dios (o quien sea) tambien me comía el coco. No lo veía, quería verle, entonces me era muy dificil creer en él. A los cinco, me chocaba ver a muchos (era la postguerra) con chepas, jorobas en la espalda. Tambien me sorprendía ver a nuestra vecina, delgada, de repente con un bombo en su estomago. Un dia paseando con mi padre, me dijo, Mari-Merche (es como me llamaban en casa) anda más tiesa porque te va a salir una chepa en la espalda, le contesté, ay, papá, no me importa con tal de que no me salga en el estomago... Tambien en aquellos años, no sabíamos NADA del sexo ni de donde venían los niños... Durante muchos años estuve convencida de que nacían por el ombligo ¿por qué, para qué servía ese apéndice? Tambien con cuatro años descubrí porque hacemos daño a la gente que queremos. Iba por el campo con mis perros, les adoraba, les tenía entrenados para que cuando fueramos a pasear, cada uno me diera su patita e ibamos andando juntos. Nos paramos en el alto de un montecillo y les pegué con saña, con rabia, me miraron con unos ojos incrédulos, no entendian nada. Me di cuenta de por qué hacíamos daño a lo que más queríamos, les abracé. Fue un momento de locura pasajera que me hizo entender que somos muy contradictorios en nuestros sentimientos. Mañana lo escribo en inglés.
Experts say that when Alzheimer begins to appear, it's when one doesn't remember what one did the day before but remembers what one did when she/he was three-years-old. Well, boys and girls, dear bloggers, this is what's happening to me, so, before my brain goes down the drain..., I'm going to tell you some of the things that happened to me at that tender age. First of all, a lesson of humility. When I was three I insulted my grandmother saying that she was a witch. She made me kneel down in front of her and apologize. I knelt down and apologized. Never called her a witch again in my life! When I was four, the age of reason (supposedly, was at the age of seven) also gnawed my brain cells because I couldn't understand WHY it had to be SEVEN when I knew perfectly well the difference between right and wrong. At that age the existence of God--or whoever--was another concept that I couldn't digest. I wanted to see him. It was very difficult for me to believe in him...
When I was five, I saw many hunchbacked people (it was the post-civil and Second World war years), I also saw our very slim neighbour all of a sudden with a huge tummy. One day walking with my father, he told me to walk straight because, if not, I would get a hump on my back; I said to him: "Dad I don't care but I'd HATE to have one in my tummy..." Also, in those years, we didn't know, absolutely, anything about SEX. For many years I thought babies were born through the belly-button because, WHY did we have that appendix? At the age of four, I discovered why we hurt people we love. I adored my two dogs--I had them trained, when we went to walk through the countryside, each of them stood up on their hind legs, I grabbed one of their front legs and we started walking hand in hand-- one day when we sat down on top of small hill, suddenly, I started spanking them with rage, they looked at me in disbelief with very sad eyes... I couldn't understand what overcame me and why I hurt them. I embraced them. That made me realize the ambivalence and contradictions of human feelings.