Capítulo LXII-2ª parte de nuestra lectura colectiva en el blog "La Acequia" de Pedro Ojeda Escudero (sin traducción al inglés).
---------------------------------------------------------------------------
Chapter 62-2nd part of our joint reading in Pedro Ojeda Escudero's blog "La Acequia" (without an English translation)
---------------------------------------------------------------------------
"Que trata de la aventura de la cabeza encantada, con otras niñerías que no pueden dejar de contarse" (Larguito, éste...)
Este capítulo va de más burlas, esta vez perpretadas por Antonio Moreno "el huesped de don Quijote, caballero rico y discreto y amigo de holgarse a lo honesto...". (Sí..., sí...)
Lo primero que hizo es desarmar a Quijo y "sacarle a vistas" flacucho y esmirriado "a un balcón que salía a una calle de las más principales de la ciudad, a vista de las gentes y de los muchachos que como a mona le miraban." Mientras tanto Sancho está feliz "...por parecerle que se había hallado, sin saber cómo ni cómo no, otras bodas de Camacho, otra casa como la de don Diego de Miranda y otro castillo como el del duque."
Quijo está hecho un pavo real con los agasajos de don Antonio y sus amigos, mientras comen. Sancho feliz contando sus aventuras. Don Antonio le pregunta si es verdad "...que sois tan amigo de manjar blanco y de albondiguillas, que si os sobran las guardáis en el seno para el otro dia." Sancho lo niega porque a limpio ¡no le gana nadie! y no es nada goloso. Muchas veces él y Quijo se han contentado "...con un puño de bellotas o de nueces..." que les duran "ocho días." Quijo corrobora diciendo que parece "algo tragón" cuando tiene hambre pero que en el tiempo "...que fue gobernador aprendió a comer a lo melindroso: tanto, que comía con tenedor las uvas, y aun los granos de la granada".
Don Antonio se sorprende que hubiera sido gobernador. Sancho le contesta que, sí, fue gobernador de la ínsula Barataria "...diez días la goberné a pedir de boca; en ellos perdí el sosiego y aprendí a despreciar todos los gobiernos del mundo...". (¡Qué visionario nuestro Sancho!)
Despues de comer, don Antonio coge de la mano a Quijo (ejem...ejem...) y se adentran en un aposento donde hay una mesa de "jaspe...sobre la cual estaba puesta, al modo de las cabezas de los emperadores romanos...una que semejaba ser de bronce." Le va a contar una cosa con la condición de que "...lo ha de depositar en los últimos retretes del secreto." Quijo se lo promete "...le echaré una losa encima para más seguridad...que está hablando con quien, aunque tiene oídos para oír, no tiene lengua para hablar...hacer cuenta que lo he arrojado en los abismos del silencio."
El gran secreto es que el busto habla. Se le puede preguntar cualquier cosa que la cabeza contestará. En ese momento, no, porque es viernes. Los viernes tiene libre. "...los viernes está muda, y hoy, que lo es, nos ha de hacer esperar hasta mañana." Que Quijo vaya pensando en lo que quiere preguntarle "...que por experiencia sé que dice verdad en cuanto responde." En un "flash" de lucidez, nuestro Señor de los Leones no le cree "...pero por ver cuán poco tiempo había para hacer la experiencia no quiso decirle otra cosa sino que le agradecía el haberle descubierto tan gran secreto." Salieron del aposento.
Esa tarde "sacaron a pasear a don Quijote, no armado, sino de rua, vestido un balandrán (parecido a un gabán, Rico dixit) de paño leonado, que pudiera hacer sudar en aquel tiempo al mismo yelo." Ordenan a los criados que le entretengan a Sancho para que no salga de casa. Entonces, Quijo montado "...no sobre Rocinante, sino sobre un gran macho de paso llano y muy bien aderezado. Pusiéronle el balandrán, y en las espaldas sin que lo viese le cosieron un pergamino, donde le escribieron con letras grandes: "Éste es don Quijote de la Mancha".
Llámaba tanto la atención que nuestro Quijo no podía entender cómo hasta los muchachos le reconocían. Pero un "castellano" que le vió, le dijo "--¡Válgate el diablo por don Quijote de la Mancha! ¿Cómo que hasta aquí has llegado sin haberte muerto los infinitos palos que tienes a cuestas?" Le dice que está loco y que se debería quedar en casa porque "...tienes propiedad de volver locos y mentecatos a cuantos te tratan... Vuélvete, mentecato, a tu casa, y mira por tu hacienda, por tu mujer y tus hijos, y déjate de estas vaciedades que te carcomen el seso y te desnatan el entendimiento." Don Antonio le despacha con cajas destempladas "...seguid vuestro camino y no deis consejos a quien no os los pide...". El "castellano" hace mutis por el foro.
"Llegó la noche, volviéronse a casa, hubo sarao de damas...". Se organiza un baile con la mujer de don Antonio y sus amigas. Hay dos que eran "...pícaras y burlonas..." (sigue un comentario misógino, para variar...). Éstas le sacan a bailar "...a don Quijote, que le molieron, no sólo el cuerpo, pero el ánima. Era cosa de ver la figura de don Quijote, largo, tendido, flaco, amarillo, estrecho en el vestido, desairado y, sobre todo, nonada ligero." Le requiebran "a hurto las damiselas...y él tambíen como a hurto las desdeñaba..." Nada, que Quijo se las tiene que quitar de encima proclamando de nuevo "...señoras, con vuestros deseos, que la que es reina de los míos, la sin par Dulcinea del Toboso, no consiente que ningunos otros que los suyos me avasallen y rindan."
Diciendo ésto "...se sentó en mitad de la sala en el suelo, molido y quebrantado de tan bailador ejercicio." Le llevan en volandas a su habitación. Sancho le acompaña y le dice "--¡Nora en tal, señor nuestro amo, lo habéis bailado! ¿Pensáis que todos los valientes son danzadores y todos los andantes caballeros bailarines?... Si hubiérades de zapatear, yo supliera vuestra falta, que zapateo como un gerifalte, pero en lo de danzar no doy puntada."
Al dia siguiente fueron a ver lo que les contestaba la cabeza parlante. Todos hacen una pregunta que el busto contesta más o menos acertadamente. Por ejemplo cuando don Antonio le pregunta cuántos estaban ahí, la cabeza responde "Estáis tú y tu mujer, con dos amigos tuyos y dos amigas de ella, y un caballero famoso llamado don Quijote de la Mancha, y un su escudero que Sancho Panza tiene por nombre." Se les erizaron los pelos a todos.
Llega la pregunta de Quijo "¿fue verdad, o fue sueño lo que yo cuento que me pasó en la cueva de Montesinos? ¿Serán ciertos los azotes de Sancho mi escudero? ¿Tendrá efecto el desencanto de Dulcinea? La cabeza contesta a la gallega, más o menos, que sí, que no. El último en preguntar es Sancho "¿Por ventura, cabeza, tendré otro gobierno? ¿Saldré de la estrecheza de escudero? ¿Volveré a ver a mi mujer y a mis hijos?" La respuesta "--Gobernarás en tu casa; y si vuelves a ella, verás a tu mujer y a tus hijos; y dejando de servir, dejarás de ser escudero." "--¡Bueno par Dios!--dijo Sancho Panza--. Esto yo me lo dijera: no dijera más el profeta Perogrullo." "--Bestia--dijo don Quijote--, ¿qué quieres que te respondan? ¿No basta que las respuestas que esta cabeza ha dado correspondan a lo que se le pregunta?" "--Sí basta--respondió Sancho--, pero quisiera yo que se declarara más y me dijera más." (Como siempre Sancho es el que no se cree nada de nada...)
Luego Cide Hamete Benengelí nos descubre el secreto de la cabeza parlante "...la tabla de la mesa era de palo, pintada y barnizada como jaspe, y el pie sobre que se sostenía era de lo mismo, con cuatro garras de águila que de él salían para mayor firmeza el peso. La cabeza, que parecía medalla y figura de emperador romano (siento que la que he puesto en la cabecera no corresponda...), y de color de bronce, estaba toda hueca...todo esto venía a responder a otro aposento que debajo de la estancia de la cabeza estaba... En el aposento de abajo correspondiente al de arriba se ponía el que había de responder, pegada la boca con el mismo cañón, de modo que, a modo de cerbatana, iba la voz de arriba abajo y de abajo arriba...". (¡Qué lío se montaban para entretenerse...!)
Claro que Cide Hamete Benengelí nos informa "...que hasta diez o doce días duró esta maravillosa máquina...temiendo no llegase a los oídos de las despiertas centinelas de nuestra fe, habiendo declarado el caso a los señores inquisidores...". Mandaron que se deshiciese de ella ¡presto! "...pero en la opinión de don Quijote y de Sancho Panza la cabeza quedó por encantada y por respondona, más a satisfacción de don Quijote que de Sancho."
Luego "...diole gana a don Quijote de pasear la ciudad a la llana y a pie..." Sancho le acompaña. Llegan a una imprenta. Quijo queda maravillado porque "...hasta entonces no había visto imprenta alguna y deseaba ver como fuese. Entró dentro...y vio tirar en una parte, corregir en otra, componer en ésta, enmendar en aquella...". Pregunta a todos qué están haciendo, uno le dice que está imprimiendo una traducción de un libro "toscano". Sigue una disertación sobre los traductores. Los únicos que valen son los que traducen el griego y el latín "...y el traducir de lenguas fáciles ni arguye ingenio ni elocución..." añadiendo luego "Y no por esto quiero inferir que no sea loable este ejercicio del traducir, porque en otras cosas peores se podría ocupar el hombre y que menos provecho le trujesen."
Siguió su periplo por los diferentes "cajones" hasta que se topó con la "Segunda parte del ingenioso hidalgo don Quijote de la Mancha", compuesta por un tal, vecino de Tordesillas.
(Aprovecha Cervan para denostar de nuevo al Avellaneda) "--Ya yo tengo noticia de este libro, y en verdad y en mi conciencia que pensé que ya estaba quemado y hecho polvos por impertinente; pero su San Martín se le llegará como a cada puerco...".
Sale Quijo de la imprenta bastante despechado.
Seguiremos con el LXIII