"El autobús bajaba con precaución hacia Huelgo. En uno de los montes que lo rodeaban, se veían las ruinas de un castillo, "de tiempos de los moros", según les informaron. Poco después, los viajeros llegaban a una plaza sin forma determinada y en pendiente. Anochecía, y la plaza estaba llena de hombres que esperaban a que alguien los contratase para el día siguiente, pues las faenas de la aceituna estaban a punto de iniciarse. Estos hombres debían de encontrarse escasos de recursos, porque pocos de ellos entraban en el pretencioso y recién inaugurado bar de Caspar, que trataba de atraerlos con la chillona música de su tocadiscos.
Los hombres, sentados en los pretiles que rodeaban la fuente o apoyados en las paredes de las casas, aguardaban casi en silencio con la esperanza de que algún cortijero rico los apalabrase para trabajar en sus fincas. De ello dependía que en sus casas se comiese algo más que garbanzos, patatas y pan con aceite.
En realidad, en aquella región, los braceros no trabajaban más que en dos épocas del año: un mes durante el verano, en la siega del trigo y la cebada, y hacia la Navidad, en la recogida y prensado de la aceituna. En estas dos épocas, las familias de los obreros del campo reponían su ropa, compraban zapatos y llenaban más o menos su despensa. En consecuencia, ésas eran las únicas épocas del año en las que no se veía a los tenderos con cara aburrida en la puerta de sus comercios, sin saber cómo matar el tiempo.
Los Zumeta se dirigieron al hotel, que estaba cerca de la plaza, en una calle empedrada y bastante pendiente. La entrada les hizo buen efecto. Era un patio cubierto, bastante amplio, con un pequeño estanque de azulejos morunos en el centro. Del surtidor del estanque, salía constantemente un chorro de agua, lo que les hizo pensar que en aquel pueblo ésta sería abundante. Subieron con las maletas al cuarto, y allí llegó la decepción: era grande y encalado, y en él no había más que dos camas de hierro con una mesilla de noche altísima entre ellas y dos sillas de paja. En una de éstas, había una palangana pequeña, y en el suelo, una jarra de agua. Para colocar la ropa, únicamente se disponía de unas grandes escarpias clavadas en la pared. Por la noche comprobaron que los colchones estaban rellenos de borra mezclada con paja menuda.
El retrete consistía en una caseta de madera situada en un patio exterior. Era de esos de poner los pies en el suelo y...no tenía agua, pero, ¡eso sí!, en el mismo patio, a tres metros del retrete, había otro estanque con surtidor.
Jeremías, el dueño del hotel, atisbaba desde una ventana de la cocina cuándo entraba algún cliente en la caseta. En cuánto éste salía, Jeremías se dirigia al patio, llenaba de agua en el estanque un cubo que siempre tenía a mano, y lo echaba con fuerza en el interior de la caseta. A veces tenía que echar dos. Según se decía, ése era el único trabajo que hacía Jeremías en todo el día, pues del resto de los quehaceres del hotel, incluso de la comida, se ocupaban sus dos hijas, Charito y Chelito, dos bellísimas muchachas, morenas y graciosas. Ellas eran, asimismo, quienes servían la mesa en el comedor, de zócalos moriscos como los del patio de la entrada.
A juicio de los Zumeta, las comidas eran absurdas: albondiguillas en sopa de fideos, cabra cocida, sardinas con patatas fritas, minúsculas alcachofas crudas, espárragos trigueros, conejo en escabeche, pipirrana...".
(Nota mía: poco podía imaginar mi tía que hoy en día las alcachofas crudas y los espárragos trigueros son carísimas delicias).
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IN THE MOUNTAINS OF JAÉN (2)
The bus continued descending cautiously towards Huelgo. In one of the surrounding mountains, the ruins of a castle "from the time of the Moors" (as they were told) could be seen. A little while after, the passengers arrived at a sloping non-descript square. Night was falling and the square was full of men waiting for someone to hire them the following day, as the olive-picking season was about to begin. These men must have been short of cash as few of them entered the pretentious and recently inaugurated "Caspar's Bar" which tried to woo them with shrill music coming from a record player.
The men, sitting around the fountain or leaning against the walls of the houses, waited silently hoping a rich farmer would hire them to work in his property. That would mean, in their homes, they would have something more to eat other than chickpeas, potatoes and bread with olive oil.
As a matter of fact, in that region, labourers only worked twice a year: a month during the summer in the wheat and barley harvest and near Christmas in the olive-picking and pressing. In those two seasons the workers and their families could renew their clothing, buy shoes and fill, more or less, their larders. Consequently, those were the only times when one didn't see bored shopkeepers standing at the doors of their stores trying to kill time.
The Zumetas headed for the hotel which was close to the square in an also pending cobbled street. The first impression was positive. A wide closed patio, a small pond in the centre covered with Moorish tiles. From the fountain in the middle, water constantly spouted out. This made them think that water was abundant in that town. They went up to their room with their luggage and, there, deception struck. It was big and whitewashed and it had nothing more than two iron beds, with a very high bedside-table between them and two straw chairs. On one of these was a small washbasin and on the floor a water jug. To hang clothes there were only some hooks on the wall. At night they noticed that the mattresses were stuffed with flock mixed with flimsy straw.
The toilet was a wooden shack in an exterior patio. It was a stand-up one and it... didn't have water, but, of course! in the same patio, three metres from the toilet, there was another pond with a fountain spouting water.
Jeremías (Jeremy), the hotel owner, saw from a kitchen window when a client entered the toilet. As soon as he/she came out, he would go to the patio, fill a bucket of water in the pond and throw it, energetically, inside. Sometimes, he had to throw two. Apparently, as it was said, that was his only daily work as the rest of the hotel chores, including the meals, were done by his two dark-haired, lively, and very beautiful daughters, Charito and Chelito. They also waited on the tables in the same Moorish-tiled dining-room.
Regarding the meals, the Zumetas thought they were absurd: little meatballs in a noodle soup, boiled goat, sardines with French fries, tiny raw artichokes, wild sparragus, pickled rabbit, cucumber and tomato salad...
(My note: Little did my aunt know that raw artichokes and wild sparragus would become expensive delicacies.)
22 comentarios:
"...En realidad, en aquella región, los braceros no trabajaban más que en dos épocas del año: un mes durante el verano, en la siega del trigo y la cebada, y hacia la Navidad, en la recogida y prensado de la aceituna..."
No pienses, Merche, que mucho ha cambiado por esos lares.
Un abrazo.
Castillo de Huelma, fotografía en:
http://www.panoramio.com/photo/21550453
¡Qué vida más aburrida la del hotelero! Sólo pendiente de que los huéspedes utilicen el retrete para echar un cubo...o dos. Mientras tanto, sus hijas no paraban en todo el día. Trabajo de hombre, trabajo de mujer.
Lo de las alcachofas crudas es muy indigesto, tenía razón tu tía.
Un abrazo
Es cierto lo que comentas: lo que en aquellos tiempos era comida de pobre hoy se sirve como manjar carísimo en los mejores restaurantes (deconstruida o no).
Besos.
Jaja Cari, eso de la palangana y la jarra se llama un “aguamanil”, no?
No quiero preguntar el por qué a veces Jeremías tenía que tirar dos cubos de agua en vez de uno, jajaj.
Bezos.
Me ha recordado a cuando en los reportajes de televisión se ven a grupos de hombres, generalemente inmigrantes, en ciertas zonas de las ciudades esperando a se contratados para trabajar. Está claro que para muchos la situación no ha cambiado nada.
Besos
Te contesto lo que me preguntaste en el blog de Thiago.-
En la parte derecha, entre tantas cosas, tiene un "Archivo del blog", y en el mes de julio vas a encontrarte con el post TOMANDO CAFÉ.... CON THIAGO, O SEA, EU! (Es ese del apoyo LGBT), y en ese reportaje Thiago daba algunos datos personales.-
Un saludo fraternal.
JOSE ALFONSO, me lo imagino... Muy bonito el castillo. Gracias por el link. Besotes, M.
ABEJITA, mucho me temo que siempre ha sido así... Besotes, M.
PEDRO, así es... ¡Cómo cambian los tiempos! Besotes, M.
THIAGO, no tengo ni idea si se llama "aguamanil". Nunca lo he oido. Lo de los cubos, te puedes imaginar... Seguro que a veces tendría que echar tres. Besotes, M.
ASUN, yo también los he visto en Ibiza. No, no ha cambiado nada, desgraciadamente. Besotes, M.
EDGARD, gracias por la información. No la recordaba pero ahora que lo dices, sí. Besotes, M.
GRACIAS MIS QUERIDOS
Te contesto en gmail, en privado.
Qué dura la vida de jornalero, supongo que eso no ha variado mucho, seguiran con su incertidumbre, aunque ahora muchos tengan nombres subsaharianos.
El carpaccio de alcachofa es aceptable si se aliña bien...
Besos
JOSÉ ALFONSO, gracias lo he recibido y te he contestado. Besotes, M.
EUPHORBITA, sí, la mayoría de los que esperan hoy en día son sudamericanos (caso de Ibiza) o subsaharianos... La verdad que el carpaccio de alcachofa está muy bueno. Me gusta. Besotes, M.
vista del Castillo desde la carretera.
Piensas algún dia seguir la ruta de tu tia?
Ay, MIGUEL, me troncho con tus links. Sobre lo de seguir la ruta de mi tía pues ¡quien sabe! algún dia... Pero espero que los autobuses que suban a esas cimas de buitres funcionen mejor que en la época que describe mi tía... si no, no. Besotes, M.
Que conste Merche que éste es un blog muy bonito para contaminarlo con temas políticos... jajajaj! Así es que, mejor mantengo un silencio roto en el blog de Thiago... jajajaj!
Besos!
ANGEL, ¡Gracias por tu visita! Sí, mejor que no discutamos temas políticos en mi blog. No se si habrás visto mi post sobre Catalunya que tengo más de ¡80 comentarios! Jesús, cómo se anardece la gente... Besotes, M.
Te sigo, te leo y te dejo besitos, Merche.
Estuve en Jaen solo de paso y los olivares me parecieron bellisimos.
SELMITA ¡Qué alegría recibir tu comentario! Merci, chérie. Pero que pena que estando tan cerca no nos conozcamos... Gros bisous, M.
ALVARO LOCX, ¡Gracias por tu visita! Sí, los olivares de Jaén son preciosos. Besotes, M.
AGUA VAAAAAAAAAAAAAAAAAAA
¡Qué bien describe tu tía!
Nunca he comido alcachofas crudas y eso que la alcachofa ¡me gusta muchísimo! y los espárragos trigueros ni te lo cuento.
Había oído estas descripciones de los obreros en la plaza de boca de los inmigrantes en los 60.
Lo del baño era lo corriente en las casas y por lo que leo en los hostales.
Un abrazo.
BIPO, ya te contesté por e-mail. Besotes, M.
ANTÒNIA, pues el carpaccio de alcachofa, bien aliñado como dice Gemma, es muy rico. Yo sí que las he comido crudas y están riquísimas. Hay que cortarlas extremadamente finas, eso sí. A mi también me encantan las alcachofas de todas las maneras.
Y eso de los hombres esperando curro en las plazas, aún se ven. En mi pueblo, no, pero en Ibiza sí que los veía, no en ninguna plaza, sino cerca de la parada de los autobuses. Una furgoneta los venía a buscar. Besotes, M.
GRACIAS MIS QUERIDOS
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