A continuación mi aporte semanal de los capítulos de nuestro ingenioso hidalgo, promovido por PEDRO OJEDA ESCUDERO en el blog LA ACEQUIA (sin traducción al inglés)
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Following is this week's 35th chapter of the second part of DON QUIXOTE promoted by PEDRO OJEDA ESCUDERO in his blog LA ACEQUIA (without an English translation)
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CAPÍTULO XXXV - Segunda parte (sin fotos ni grabados porque no me salen)
¡Lo que le espera a Sancho en este tronchante capítulo! ¡Señoras y señores, pongánse cómodos que comienza el espectáculooooo!
Un triunfal carro "tirado de seis mulas pardas, encubertadas empero de lienzo blanco, y sobre cada una venía un disciplinante de luz (penitente con caperuza y cirio, pero que no se azotaba, Francisco Rico dixit)asimismo vestido de blanco con una hacha de cera grande, encendida, en la mano." El carro tambien transportaba a "...doce otros disciplinantes albos como la nieve, con sus hachas encendidas... En un levantado trono venía sentada una ninfa, (de 17 años, aunque luego admite que tiene 19...) vestida de mil velos de tela de plata, brillando por todos ellos infinitas hojas de argentería de oro..." (¡Menuda puesta en escena!)
"Junto a ella venía una figura vestida de una ropa de las que llaman rozagantes, hasta los pies, cubierta la cabeza con un velo negro...". Cuando se quitó el velo, se vio que era "...la misma figura de la muerte, descarnada y fea, de que Don Quijote recibió pesadumbre y Sancho miedo...". Los facinerosos duques fingieron "...algún sentimiento temeroso." (Serán sinvergüenzas...)
"Alzada y puesta en pie esta muerte viva, con voz algo dormida y con lengua no muy despierta (resaca, seguro), comenzó a decir de esta manera..." Que era Merlín (¡válgame todos los dioses...!). Recita un largo poema sobre el encantamiento de Dulcinea del Toboso terminando haciéndole la pelota a nuestro Quijo "A ti digo, ¡oh varón como se debe por jamás alabado!, a ti, valiente juntamente y discreto don Quijote de la Mancha, esplendor, de España estrella, que para recobrar su estado primo la sin par Dulcinea del Toboso es menester que Sancho tu escudero se dé tres mil azotes y trescientos en ambas sus valientes posaderas, al aire descubiertas, y de modo, que le escuezan, le amarguen y le enfaden...".
Bueno, bueno... Sancho al escuchar estas palabras se pone como un basilisco...
"¡Voto a tal! No digo yo tres mil azotes, pero así me daré yo tres como tres puñaladas. ¡Válate el diablo por modo de desencantar! Yo no sé qué tienen que ver mis posas con los encantos!" Le dice a Merlín que, si no conoce otra manera de desencantar a Dulcinea, "...encantada se podrá ir a la sepultura". A ésto Quijo le responde que no solo merecería tres mil azotes sino ¡seis mil! (pobre Sancho) y que no "...repliquéis palabra, que os arrancaré el alma". Merlín aclara que los azotes "...han de ser por su voluntad, y no por fuerza, y en el tiempo que él quisiere... puede dejar que se los dé ajena mano, aunque sea algo pesada." (No es por nada pero os dareis cuenta que ésto es bastante sadomaso... ¿Otra vuelta de tuerca en el lado porno-erótico del Quijote?).
"Ni ajena ni propia, ni pesada ni por pesar--replicó Sancho--: a mi no me ha de tocar alguna mano." Pregunta si acaso el parió a Dulcinea para que "...paguen mis posas lo que pecaron sus ojos?" El culpable es Quijo "...pues la llama a cada paso "mi vida", "mi alma"..." Por lo tanto debe de ser él quien reciba los azotes. Al decir ésto "...levantándose en pie la argentada ninfa que junto al espíritu de Merlín venía, quitándose el sutil velo del rostro...a todos pareció demasiadamente hermoso...con un desenfado varonil...con una voz no muy adamada, hablando derechamente con Sancho Panza, dijo: ¡Oh malaventurado escudero, alma de cántaro, corazón de alcornoque, de entrañas quijeñas y apedernaladas...". Le llama "desuellacaras" le dice que es un "enemigo del género humano" que se "comiera una docena de sapos, dos de lagartos y tres de culebras..." Que si matara a su mujer y a sus hijos "...con algún truculento y agudo alfanje" no se mostraría tan "melindroso y esquivo" a recibir los azotes que hasta no hay niño "...de la doctrina, por ruin que sea, que no se los lleve cada mes..." (Pobrets...).
La ninfa le pide que le mire a los ojos "comparados a rutilentes estrellas, y veraslos llorar hilo a hilo y madeja a madeja, haciendo surcos, carreras y sendas por los hermosos campos de mis mejillas..." (¡Qué preciosidad de descripción! pero qué creida...) Le dice que se conmueva porque ella "...se consume y marchita debajo de la corteza de una rústica labradora; y si ahora no lo parezco..." (es gracias a Merlín para que le enternezca su belleza) "...que las lágrimas de una afligida hermosura vuelven en algodón sus riscos, y los tigres, en ovejas". Le dice que si no quiere hacerlo por ella que lo haga por "...ese pobre caballero que a tu lado tienes: por tu amo, digo, de quien estoy viendo el alma, que la tiene atravesada en la garganta...".
Al escuchar ésto, Quijo se palpa la garganta y le dice al duque "...Dulcinea ha dicho la verdad, que aquí tengo el alma atravesada en la garganta, como una nuez de ballesta." La duquesa le pregunta a Sancho qué dice a todo ésto "Digo, señora, lo que tengo dicho: que de los azotes, abernuncio." El duque le corrije "abrenuncio habeis de decir Sancho..." Sancho le dice a "su grandeza" que no está "...para mirar sutilezas ni en letras mas o menos..." Sigue preocupado por los azotes. Si le tienen que dar o dárselos él mismo. "Pero querría saber de la señora mi señora doña Dulcinea del Toboso adónde aprendió el modo de rogar que tiene: viene a pedirme que me abra las carnes a azotes...¿Por ventura son mis carnes de bronce...?"
Sancho se lanza con su habitual diatriba de refranes y sigue diciendo "...no solamente piden que se azote a un escudero, sino un gobernador..." Está ahora "...reventado de pena por ver mi sayo verde roto, y vienen a pedirme que me azote de mi voluntad, estando ella tan ajena de ello como de volverme cacique." El duque interviene "...En resolución, Sancho, o vos habéis de ser azotado o os han de azotar, o no habéis de ser gobernador." Sancho le pide dos dias para reflexionar. Merlín le dice que ni hablar, la decisión hay que tomarla ya porque si no, Dulcinea volverá a la cueva de Montesinos "...a su prístino estado de labradora...". La duquesa le anima a Sancho a que acepte la azotaina.
Sancho pregunta "a vuesa merced, señor Merlín: cuando llegó aquí el diablo correo y dio a mi amo un recado del señor Montesinos...hasta ahora no hemos visto a Montesinos ni a sus semejas". Merlín le contesta que el diablo es un gran bellaco y que no le mandó "...con recado de Montesinos, sino mío..." (Montesinos sigue en la cueva esperando a ser desencantado). Le insiste que diga que sí "...de esta disciplina...os será de mucho provecho así para el alma como para el cuerpo: para el alma, por la caridad con que la haréis; para el cuerpo, porque yo sé que sois de complexión sanguínea, y no os podrá hacer daño sacaros un poco de sangre."
Sancho por fin acepta darse los tres mil trescientos azotes "...con condición que me los tengo de dar cada y cuando yo quisiere, sin que se me ponga tasa en los días ni el tiempo, y yo procuraré salir de la deuda lo más presto que sea posible, porque goce el mundo de la hermosura de la señora doña Dulcinea del Toboso, pues según parece, al revés de lo que yo pensaba, en efecto es hermosa". Se asegura que los azotes no le hagan sangre y que Merlín, que lo sabe todo, "...ha de tener cuidado de contarlos y avisarme los que me faltan o los que me sobran." Merlín le tranquiliza "...de las sobras no habrá que avisar...llegando al cabal número, luego quedará de improviso desencantada la señora Dulcinea...". Sancho acepta la penintencia.
Apenas dijo ésto, volvió a sonar la música "...de las chirimías y se volvieron a disparar infinitos arcabuces, y don Quijote se colgó del cuello de Sancho, dándole mil besos en la frente y en las mejillas..." (Ejem...ejem...poco faltó para que se los diera en la boca...). Sigue una descripción deliciosa del alba "...las florecillas de los campos se descollaban y erguían, y los líquidos cristales de los arreyuelos, murmurando por entre blancas y pardas guijas, iban a dar tributo a los ríos que los esperaban. La tierra alegre, el cielo claro, el aire limpio, la luz serena...".
"Y satisfechos los duques de la caza, y de haber conseguido su intención tan discreta y felicemente, se volvieron a su castillo..." A seguir con las burlas, los muy ruines...
Seguiremos con el XXXVI.