"El naranjero, a pesar de su cara de granuja y de que la temporada está bastante avanzada, vende pronto sus naranjas, porque las mujeres de Candera saben que siempre son jugosas, "¡no como las de aquellos sinvergüenzas del camión, que vinieron el mes de marzo!" Aquellos desaprensivos vendían las naranjas tan baratas que todo el pueblo se arremolinó en la plaza, alrededor del camión. Entre el vocerío de las mujeres, que pedían turno para comprarlas, y los gritos de los vendedores, que despachaban a toda prisa paquetes de cinco kilos envueltos en papel de periódico, el camión se vació en media hora. Antes de que la clientela se diese cuenta de que las naranjas estaban totalmente heladas, los vendedores estaban ya camino de Ciudad Real.
Cada quince dias, aparecía por el pueblo un gitano pequeño y esmirriado, con puntiagudas orejas de fauno, tirando de un burro de cuyos costados pendían dos serones. Recorría las calles gritando "Se compran hierros viejos y pieles de conejo", con sus haches aspiradas en lugar de las jotas. Con la mano derecha tiraba del ronzal del burro, y de su brazo izquierdo pendía un gran cesto lleno de chucherías: canicas, navajitas de hojalata, palos de regaliz, globos sin hinchar, pelotas, caramelos, altramuces, peonzas, lápices, cromos, silbatos de barro y hasta un pequeño tambor. Cuando se oía el grito del gitano, las mujeres del pueblo, que habían ido reuniendo pieles de conejo, botellas, trozos de hierro, pucheros agujereados y suelas viejas de goma o de esparto, salían a la calle para tratar de venderlo todo. El chatarrero ofrecía muy poco dinero y siempre terminaba discutiendo con las mujeres. Pero, al fin, cerraba el trato y se lo llevaba todo por unas pocas pesetas.
El gitano, a pesar de que hacia buenos negocios con las mujeres, prefería habérselas con los chiquillos que, a escondidas de sus padres, habían ido amontonando los desechos de sus casas. Pero a los chicos no les ofrecía dinero, sino que les canjeaba las cosas aparentemente más inservibles por las baratijas que llevaba en el cesto. Le traían botones, chapas, pedazos de tela, latas, botellas, cestos rotos, tiras de cuero, medias de mujer llenas de agujeros, sombreros viejos, trozos de neumáticos, suelas de zapatos y de alpargatas, asientos de paja destrozados. A veces los niños le traían unos pedacitos de plomo de la soldadura de los botes de hojalata, extraídos por ellos mismos tras fundirlos en una hoguera." (Continuará)
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MARI JUANA'S INN (2)
The orange salesman, despite his roguish look, and that the season was quite advanced, soon sells his produce because the Candera women know they're juicy. "Not like those scoundrels of the truck that came in March!" They sold their oranges so cheap that the whole village milled around them in the main square. Between the yelling of the women asking for their turn to buy and the shouts of the salesmen who, quickly, handed out five-kilo packages wrapped in newspapers, the lorry was empty in half an hour. Before the consumers realized that the oranges were totally frozen, the salesmen were on their way to Ciudad Real.
Every two weeks, a short, puny, with faun-like pointed ears, gypsy appeared in the village pulling a donkey with two hampers hanging at each side. He went through the streets shouting: "Old iron pieces and rabbit skins are bought!". With his right hand he pulled his donkey's halter and on his left arm hanged a huge basket full of trinkets: marbles, small tin jackknives, liquorice sticks, unblown balloons, balls, candies, lupins, spinning tops, pencils, coloured stamps, clay whistles and even a small drum. When the gypsy's voice was heard, the village women, who had been gathering rabbit skins, bottles, pieces of iron, pierced pots and old rubber or espadrille soles, came out to try to sell them. The gypsy scrapman offered very little money and always ended up arguing with them, but, at the end, he closed the deals and bought everything for a few pesetas.
Even though the gypsy made good business with the women, he preferred to work with the kids who, behind their parents' backs, gathered all the unused objects of their houses. But he didn't offer money to the children, he bartered with all the objects he had in his basket. They brought him buttons, bottle tops, pieces of material, cans, bottles, broken baskets, leather strings, women's stockings full of holes, old hats, pieces of wheels, shoe and espadrille soles, destroyed straw chairs. Sometimes the children even brought little pieces of lead from the soldering of the tin cans, which they, themselves, melted in a bonfire. (It will continue)
24 comentarios:
Ese gitano me ha recordado a los gitanos que llegaron a Macondo en "Cien años de soledad".
Besos.
jaaj nunca entenderé para qué quería el chatarrero esas mierdas, jaja. No te lo vas a creer pero por mi urbanización sigue pasando el chatarrero, eso si, ahora van en "fragoneta" y hablando por un altavoz, jajaj
Bezos.
Lo que más me gusta de estos fragmentos últimos es cómo decriben personajes que parecen haber desaparecido ya de la sociedad española. Parece, porque en realidad se han trasformado.
Lo que sí estoy seguro es de que aquellas naranjas olían a naranjas, no como las de ahora.
Besos.
Ay Merche...
Tiempos aquellos, donde todo se aprovechaba y todo, tenía valor. Yo recuerdo a mi Padre, recogiendo una arandela de metal del suelo, con la sonrisa reflejada en su rostro. Hoy en día uno encuentra cinco euros en el suelo y ni se inmuta.
Una de las razones por las cuales me gusta tanto el continente donde me encuentro es precisamente ese aprovechamiento de las cosas, aunque cuando te acercas a las ciudades, la influencia de la sociedad de consumo, ya se está apoderando de lo básico.
Un abrazo
que capullos los de las naranjas... Ya no se ve a la gente vender en sus caminos. Cuando yo era más pequeño, venían al barrio una vez por semana y las señores se arremolinaban allí para comprarles
Un beso cielo
Ay, TORO, no me acuerdo de esa parte pero, bueno, en "Cien años de soledad" pasan tantas cosas... Casi, casi como en Don Quijote, que ya es decir... Besotes, M.
THIAGO, yo tampoco lo entiendo pero se ve que se ganaban sus buenas pesetas. Ahora, claro que por tu barrio van en "fragoneta" y con altavoces porque saben que ahí no van a recoger ni pieles de conejo ni medias agujereadas. Seguro que recogen cosas de muchísimo más valor: ordenadores, televisiones, frigoríficos, etc. Besotes, M.
PEDRO, las naranjas del naranjero, sí, pero dudo de las congeladas de los desalmados del camión... Besotes, M.
JAN PUERTA, te juro que si yo encuentro cinco euros en el suelo, me inmuto. El otro dia ví dos céntimos y ahí sí que no me inmuté, la verdad. No era cosa de agacharme y que me diera ¡un lumbago! Besotes, M.
ALEX, ¡mira si eres joven y sin embargo te acuerdas de los vendedores ambulantes! Aquí en Ibiza se les llega a ver (pescadores sobre todo) en los pueblos como San Juan, al norte de la isla, además soplando el cuerno de concha para avisar a la gente. Sí que es una pena que hayan desaparecido. Yo echo mucho de menos a los afiladores y el sonido de sus silbatos. Besotes, M.
GRACIAS MIS QUERIDOS
Muy buen desarrollo va teniendo esta historia. Me gustó especialmente el inicio.
Un placer leerte.
Saludos.
Lindo de verass...!
Me has traido los olores de mi infancia, querida Marche: naranjas y palos de regaliz.
besos...!
Por aquí todavía quedan pueblos donde sigue yendo el camión algún día a la semana para facilitar la compra a los vecinos, sobre todo a los que no tienen coche, porque hoy en día, la mayoría prefiere los centros comerciales.
Besos
las de ahora sí parecen congeladas, querida Merche...
SALVADORPLIEGO, gracias por tu visita de nuevo (creo que has entrado antes). Perdona que no te comente en tu blog aunque he leido tus poemas pero, sinceramente, no puedo visitar a los nuevos muy a mi pesar porque, francamente, no tengo tiempo. Espero me comprendas. Te explico sobre el post. No lo escribo yo. Transcribo un libro de mi tia-abuela, Dolores Salís, que a sus 80 años escribió un libro "Exilios" que cubría los años 1936-1945. Yo simplemente lo traduzco al inglés. Gracias de nuevo por tu cariñoso comentario. Besotes, M.
CORNELIVS, Ay, sí, esos olores de la infancia... naranjas y regaliz... ¡qué lujo! Besotes, M.
ASUN, me parece que hoy en dia, con la crisis, si muchos retomaran esas antiguas tradiciones, se harían de oro porque veo que hasta los jóvenes echais de menos esos vendedores ambulantes tan entrañables (aunque tambien había muchos granujas...). Besotes, M.
PEDRO, es verdad. Ya no son lo que eran... Todo está muy plastificado hoy en dia. La verdad es que la comida, sea la que sea, últimamente no me sabe a nada. Solo cuando estuve en Marruecos y compramos (mi hija y yo) verduras me supieron al sabor de mi infancia, las judias, los guisantes, los tomates... Tenían un sabor natural, auténtico. Una gozada. Besotes, M.
It was thanks to oranges that many families took away much hunger those years of shortage of everything.
You are right, oranges don't taste the same they used to. I tasted again that old sour flavour in Algeria.
jaja lo del timo de la naranja seca es coom lo del aceite de colza y cosas asi, claro que lo del aceite creo que fue peor que aun hay gente enferma... Pero es que la gente compra todas las gangas, ahora creo que hay ropa y zapatos de los chinos que producen alergía....
Bezos.
Que bueno encontrarnos en Madrid, Merche.
Espero ir antes de que te mudes....
BESOS
PANCHO, you're right, probably oranges saved many people's lives... Besotes, M.
THIAGO, hay mucho granuja en esto de la venta ambulante y, ya conoces el dicho: A veces lo barato sale caro... Besotes, M.
¡MARIANITA! pues date prisa antes de mayo... Besotes, M.
Eran los recicladores de aquella época. :-)
Me gustó especialmente la descripción del gitano y esas naranjas.... tan jugosas y perfumadas como las de aquí...
Besos
(las del naranjero, obvio)
AMELCHE, eso mismo pensé yo. Besotes, M.
MYR, aquí tambien las naranjas son muy buenas. Besotes, M.
Las naranjas nos las siguen metiendo congeladas hoy en día cada dos por tres.
No sé para qué querrían los chavalillos esas porquerías, aunque a su edad todo es un tesoro.
Yo recuerdo al lechero y panadero, al camión de los melones, al afilador que cada uno con su vehículo, fomentaba la venta ambulante. Cómo olía el pan entonces.
BIPO, aquí las naranjas aún son buenas porque tenemos naranjales pero supongo que a Burgos llegarán congeladas. Yo aún echo de menos a los afiladores (con lo prácticos que eran). Besotes, M.
De pequeño, nos vendían las gomas para los tirachinas :)
Besos
FRANKI, deberíais haber hecho trueque con algo... Besotes, M.
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