"Pocos días después, María, que cosía en las habitaciones de arriba, oyó un vocerío que venía de la calle, y salió al balcón.
--¿Qué ocurre?--preguntó.
--¡Que le traen a "El Abate"!--le gritaron.
--Pero, ¿vivo o muerto?--volvió a preguntar María.
--Muerto--le respondieron--. Han matado a otros dos de la partida, pero a ésos los han dejado en Marmolejo, porque son de cerca de allí.
Un escalofrío recorrió la espalda de María.
La Guardia Civil tenía por costumbre, cuando había matanzas en la sierra, ir dejando a cada muerto en su pueblo correspondiente, para que se ocupasen de enterrarlo.
El camión que traía el cadáver de "El Abate" había quedado detenido un rato fuera de Candera. La gente del pueblo salía precipitadamente de las casas. Cuando el camión llegó a la plaza, todos se arremolinaron a su alrededor. Venía descubierto. Se paró justo delante del balcón donde estaba María. Dentro del camión, se veía el cuerpo de un hombre muy fornido, tumbado de espaldas, con los brazos abiertos en cruz. La cabeza, muy echada para atrás, dejaba extendidos en las tablas del camión sus negrísimos cabellos mezclados con sangre y barro. También había sangre y barro en su ropa oscura. No llevaba camisa, y la chaqueta, completamente abierta, dejaba al descubierto su potente torso velludo, tan quemado por el sol como su cara.
El camión se detuvo poco tiempo en la plaza. Custodiado por los guardias civiles, siguió hasta el cementerio, y allí dejaron el cadáver de "El Abate", en el suelo, delante de la puerta de entrada.
Todo el pueblo acudió a contemplarle. Los que habían tenido que sufrir a causa de las fechorías del bandido, insultaban y daban patadas al cadáver. Muchos de ellos se habían visto obligados a abandonar sus cortijos y refugiarse en el pueblo para librarse de sus amenazas. Todas estas gentes, sobre todo las mujeres, llenaban de improperios al muerto, y hasta le escupían. Martinillo defendía el cadáver como si fuese de su propiedad.
--Marchaos de aquí, ¡puercas! "El Abate" ahora es sagrado, y me pertenece.
Con la cara color de cera, llegó Jacinta, la mujer del muerto. Traía en las manos una palangana con una esponja, y al brazo, una camisa limpia y una toalla.
Martinillo la ayudó a introducir el cadáver en el cementerio. Lo colocaron sobre la mesa de granito del depósito, donde Jacinta lo lavó y lo secó con la toalla. Le puso la camisa blanca y lo peinó con todo cuidado. La cicatriz roja aparecía con nitidez. Martinillo se encargó del resto.
Juan Cachero Montañero había sido un hombre verdaderamente pacífico y trabajador, pero, como a tantos españoles, una concatenación de circunstancias casuales, la política y la lucha entre hermanos, creadora de tantos odios, lo habían desquiciado hasta convertirlo en un lobo, y como un lobo acorralado acababa de morir.
En el cementerio de Candera, había ahora uno más para hacer compañía a Martinillo en las noches tormentosas de invierno. La resaca de la guerra lo había traído hasta los dominios de aquel peculiar enterrador."
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THE END OF "THE ABBOT"
A few days later, María was sewing upstairs when she heard loud voices coming from the street, she went out to the balcony.
--What's happening?--she asked.
--They're bringing "The Abbot"!-- they shouted.
--But, alive or dead?--she asked again.
--Dead--they answered. They've also killed two of the gang, but those they've left in Marmolejo because they were from near there.
A chill ran down María's spine.
It was customary for the Civil Guard, when there were killings in the mountains, to leave the dead in their corresponding villages so that they deal with the burial.
The lorry that brought "The Abbot's" body had stopped for a while outside Candera. The townsfolk hastily came out of their houses. When the truck arrived at the square, they all crowded around it. It was uncovered and it stopped right underneath María's balcony. Inside, a man's strong body could be seen lying on his back with his arms wide open. His head, very leaned back, with his extremely black hair, mixed with blood and mud, spread on the wooden planks of the truck. He also had blood and mud on his dark clothes. He wasn't wearing a shirt and his jacket wide open revealed a powerful hairy chest, so burned by the sun as was his face.
The truck didn't stop long in the square. Protected by the civil guards, it went to the cemetery and there, they left the body, on the ground, in front of the entrance.
The whole village came to see him. Those who had suffered from his assaults, insulted him and kicked his body. Many of them had been forced to leave their "cortijos" (farms) and take refuge in Candera in order to protect themselves from his threats. All these people, especially the women, vilified him and, even, spat at the body. Martinillo defended him as if he belonged to him.
--Get away from here you bitches! "The Abbot" is now sacred and belongs to me.
Jacinta,"The Abbot's" wife, arrived with an ashen face. She brought a washbasin with a sponge and over her arm a clean shirt and a towel.
Martinillo helped her to introduce the body inside the cemetery. They placed him on the deposit's granite table where Jacinta washed him and dried him with the towel. She clothed him with the white shirt and, carefully, combed his hair. His red scar was now very visible. Martinillo took care of the rest.
Juan Cachero Montañero had been a very peaceful and hard-working man, but, as it happened to so many Spaniards, as a result of punctual consequences: politics and the war between siblings which created so many deep hatreds, it made him go crazy, turning him into a wolf and, as a hounded wolf, he had died.
There was one more now in Candera's cemetery to keep Martinillo company on stormy winter nights. The war's aftermath had brought him to that peculiar grave digger's domain.
17 comentarios:
Que valientes los lugareños, insultando, escupiendo y dando patadas al cadáver como bestias inmundas.
Besos.
¡Qué prolija que era la Guardia Civil!
Besos
como un naufrago empujado por las olas de la guerra... me ha fascinado y a la vez acongojado la dureza realista del suceso. Brille o no el Sol todo hombre debería ser respetado en su muerte, ya que su alma no tiene culpa alguna de lo realizado por su cuerpo en vida.
Besos!
Estoy leyendo "La voz dormida" de Dulce Chacón...son escenas parecidas. Debió ser horrible
Besos
Estos capítulos me tienen fascinado. Hay épocas en la historia que uno no pudo vivir y algunos que vivieron en la misma, lo hacían ajenos a todo lo sucedido. Quizás por eso, estas entradas tuyas, me tienen atrapado.
Un abrazo
Pone los pelos de punta leer con tanto detalle la descripción de esta escena.
Besos
Tremendo la españa negra, y el morbo de ver a los cadáveres y más si son famosos... Pero hay amor en ese enterrador, muy profesional. Un gran hombre, aunque sus "clientes" no se lo puedan agradacer ya..
bezos
TORO, me ha aparecido horrible. Besotes, M.
MYRIAM, estaban en todo... Besotes, M.
xTO, gracias por tu visita. Estos relatos que escribió mi tia-abuela con más de 80 años, son interesantes para concienciarnos de que las guerras son muy crueles y las "resacas" aún peores. Besotes, M.
KETY, ese libro lo tengo pendiente y, sí, debió de ser más que horrible. Pobre gente. Besotes, M.
JAN, sé que eres uno de los fieles seguidores de estos relatos. Gracias por tu siempre bienvenido comentario. Besotes, M.
ASUN, sí, los pelos de punta...¡Qué crueldad! Besotes, M.
THIAGO, sí, la actitud de Martinillo fue ejemplar, por lo menos, alguien le defendió con toda la razón del mundo. Besotes, M.
GRACIAS MIS QUERIDOS
Era el sino de aquellos que se salían del sendero que marca el orden establecido. La muerte les acechaba y más pronto que tarde les llevaba a la huesa. El relato es emotivo y rebela lo que era una sociedad llena de miseria, de odios, de afán de venganza, de destinos sin futuro. En medio de aquella batahola de brutalidad, la imagen de Jacinta con la camisa blanca y el cántaro en la mano alivia el ambiente tenebroso de la sórdidez de la época. Un abrazo, Merche
FERNANDO, como siempre, bellísimo lo que has dicho. Lo de Jacinta también me ha emocionado, lavándole con todo el cariño del mundo, peinándo esos pelos revueltos con sangre y barro y vistiéndole con esa camisa blanca, impecable. ¡Qué dura debió de ser su vida al lado de ese hombre! Pero ella lo aguantó todo al lado de sus hijas. El desprecio del pueblo, su humillación, su falta de hombre y su muerte. ¡Qué tiempos crueles aquellos! Besotes, M.
Me llama mucho la atención el "detalle" de los guardias civiles dejando a cada muerto en su pueblo. Lo que parece obvio no lo es en Argentina, donde los cadáveres no sólo que no se dejaban en la tierra de los asesinados sino que desaparecían.
Y ahora sí....Vamos España todavía! fuerza el domingo!
MARCELO, se ve que los Guardias Civiles tenían, por lo menos, un poco de humanidad. Lo de Argentina fue horrible. Y, sí, a ver lo que hace España este domingo. Gracias por los ánimos. Besotes, M.
Un ser querido, sigue siendo querido para sus deudos al margen de su comportamiento social.
El hijo sigue siendo hijo, el padre padre, el esposo esposo....
Un abrazo
PACO CUESTA, tienes mucha razón, así es. Besotes, M.
Qué tiempos aquellos, Merche. Al menos llevaron al muerto a su familia y no lo abandonaron, como a tantos, en una cuneta.
Un detalle por parte de la autoridad el servicio a domicilio, lo que resulta una ironía y una absurdez.
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