"Tras las convulsiones producidas en el pueblo por los últimos acontecimientos, se sucedieron unos días de tranquilidad. Las mujeres seguían haciendo comentarios alrededor de los pozos, mientras llenaban sus cántaros, y también por las tardes, cuando zurcían la ropa a la puerta de sus casas.
En las tabernas, aunque algunos hombres habían reanudado sus partidas de cartas, se seguía hablando de lo mismo. Pero transcurrieron algunos días sin ninguna novedad, y los candereños empezaron a echar de menos algo que los volviese a rescatar de la monotonía y del aburrimiento.
Así, se animaron mucho cuando, dando alaridos, una muchacha llamada Manuela Torrado salió corriendo por las calles del pueblo con la cabellera enmarañada y suelta. El padre, la madre y los hermanos, que eran cinco, salieron tras ella, dando gritos a su vez. Manuela, tenía, previamente, fama de ser algo "novelera", como decían los del pueblo, pero no tanto como para armar aquel escándalo.
Una vez más, las calles se llenaron de gente.
--¡Está loca!--gritaban--. Le ha dado el ataque. ¡Pobre Manuela!
Se avisó al cuartelillo de la Guardia Civil. Mientras acudían los guardias, unos mozos resueltos cerraron las dos salidas de la calle, donde la chica seguía gritando como una condenada. Un hombre muy fornido salió de un portal y se lanzó sobre Manuela, hasta que logró reducirla sujetándole los brazos. Trajeron una silla baja, donde la sentaron a la fuerza. Los guardias la ataron a la silla con cuerdas y le pusieron un pañuelo como mordaza.
Al cabo de un buen rato, la chica empezó a llorar. Los guardias le soltaron las ligaduras de los brazos y le quitaron la mordaza para que pudiese llorar a sus anchas. Después de derramar un mar de lágrimas, Manuela quedó tranquila, pero como todos convinieron en que había sido un ataque de locura, decretaron que había que llevarla a Córdoba para encerrarla en un manicomio, y, sin soltarle las ligaduras de las piernas y de la cintura, que le sujetaban a la silla, la izaron a la furgoneta de la Guardia Civil.
Poco después, Manuela salía entre dos guardias con dirección a Córdoba. Le habían puesto una especie de turbante mojado en la cabeza, y se despedía de la gente con la mano.
--¡Pobre hija!--dijo Raimunda, la hija del herrero, que había contemplado la escena--. Yo creo que no ha sido para tanto... Un soponcio, y nada más. No había por qué llevarla.
Raimunda era una mujer de unos treinta y cinco años. Según la moda que empezaba a entrar en vigor en aquella época, su silueta había traspasado la línea exigida, pero, entre los hombres de aquella serranía, Raimunda era considerada una mujer hermosa.
Una vieja que se dirigía hacia su casa tras presenciar la espectacular salida de Manuela le dijo a otra que caminaba cerca de ella.
--Carola, ¿has oído a esa?
--¿A quién?, ¿a Raimunda?
--Sí. ¿Qué te parece? ¡Que no debían de haberse llevado a Manuela! ¡A ella sí que le debían llevar a donde yo me sé!
También Catalina y María habían presenciado, muy impresionadas, la escena de la captura de la desquiciada Manuela, pero cuatro días después, cuando volvían de dar un paseo por el campo, se quedaron boquiabiertas cuando vieron a la chica paseando tranquilamente por el pueblo, con la cabeza rizada como una negrita, gracias a la magnífica permanente que le acababan de hacer en Córdoba. Para los aficionados a la tragedia, aquello era una verdadera decepción."
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LACKING MAJOR TRAGEDIES...
A few peaceful days followed after the latest upheavals that had taken place in the village. The women continued gossiping by the wells while filling their earthen jugs, and also in the afternoons when they mended their clothes in front of their houses.
In the taverns, even though some of the men had retaken their card games, they still talked about the same things. But after a few relaxed days without any novelties, the townsfolk began to miss something that would shake their lives and sweep them away from their usual monotony and boredom.
Therefore, they were very happy when, screaming, a young girl named Manuela Torrado ran through the streets of Candera with her loose, tangled, hair. The father, mother and siblings--they were five--ran after her, screaming also. Manuela had, previous to this attack, a reputation of being somewhat "fanciful", as the villagers said, but not so much as to cause this mayhem.
Once more people filled the streets.
--She's is crazy!--they shouted--. She's had a fit ¡Poor Manuela!
The Civil Guard was summoned. While they arrived, two determined young men, closed the street exits where the girl continued screaming her head off. A strong man came out from a house and leaped over Manuela until, holding her by the arms, managed tu subdue her. They brought a low chair, where they forced her to sit. The guards tied her to the chair with a rope and put a handkerchief over her mouth.
After a while, she started to cry. The guards untied her arms and took away the handkerchief so that she could cry her heart out. After she had cried a river, Manuela relaxed. Everybody agreed that she had had a fit of madness and it was imperative to take her to the mad asylum in Córdoba, and without untying her legs nor her waist which held her to the chair, they placed her in the Civil Guard's van.
A little while after, Manuela, between two guards, headed for Córdoba. They had put a sort of wet turban on her head. She waved goodbye to everyone.
--Poor child!--said Raimunda, the blacksmith's daughter, who had witnessed the scene-- I don't think it was that bad... A dizzy spell, that's all. I don't think it was necessary to take her away.
Raimunda was around thirty-five years old. Her figure heavier than what the fashion of the time dictated, but among those mountain men, Raimunda was considered a beautiful woman.
An old woman going to her house, after witnessing Manuela's spectacular exit, told another one who was walking close by:
--Carola, did you hear that one?
--Who?, Raimunda?
--Yes. What do you think? They shouldn't have taken Manuela! It's her who should have been taken to I know where!
Catalina and María had also witnessed, aghast, the scene of the disturbed Manuela's capture, but four days later, when they were coming back from their countryside walk, they were surprised to see the girl walking through the village, with her hair frizzed like a black woman, thanks to the magnificent perm she had done in Córdoba. To those who thrilled with tragedies, it was quite a deception.
21 comentarios:
El chismorreo de los pueblerinos me resulta insufrible.
Como sus vidas suelen ser insulsas, aburridas y deprimentes se dedican a chafardear las vidas de los demás.
Si algo me gusta de las ciudades es el anonimato que permiten.
Besos.
Menos mal que esta vez... terminó bien. Permanente incluida.
Un abrazo
En aquella época los manicomios eran sitios horribles y no era tan difícil acabar en uno de ellos. Menos mal que todo acabó con una permanente.
El cotilleo puede hacer mucho, mucho daño. Dios nos libre.
Un beso
Me alegro de que volviera.
Ay la gente! Publo chico infierno grande!!
BESOTES QUERIDA MERCHE!
TORO, sí, en las ciudades hay más anonimato pero también más soledad y los chismorreos depende de qué pueblo. En donde vivo ahora, no percibo ese ambiente de cotilleo. Es bastante cosmopolita lo cual me gusta mucho. Besotes, M.
JAN, sí, menos mal. Besotes, M.
ABEJITA, me imagino que los manicomios de la época debieron ser terribles, ahora no entiendo como acabó con una permanente... Pero me alegro por ella. Besotes, M.
AMELCHE, yo tambien. Besotes, M.
STANLEY, no conocía ese dicho pero es muy cierto. Besotes, M.
Pero, ... como continua el cuento? Uno esperaria que saliera a relucir que a la chica la habia violado su padre o algo por el estilo.
Avelino.
Si Manuela fuè a un manicomio de la època, bien pudo haber sido que la hubieran aplicado electrochoques, que le dejaron esa linda permanente, por suerte sin pelo chamuscado.
No recuerdo exactamente cuando en España se dejò de usar ese mètodo terrible de tartamiento... investigarè.
Besos
PD- me alegro de que tu pueblo sea muy cosmopolita. Me gusta eso.
Poner a la guardia civil de interpretadores de psiquis complicadas, es una complicación adicional!
Un beso Merche
ANÓNIMO, mi tía NUNCA remata los cuentos.
MYRIAM, pues ahora que lo dices, seguro que fue eso, los ¡eletroshocks! No lo hubiera pensado pero sí que veo la conexión... Besotes, M.
MARCELO, ¡ni que lo digas! Besotes, M.
P.D. He ido a tu post pero veo que no se pueden hacer comentarios. Los he dejado en tu amigo Miguel. Muy interesantes.
Pues es una pena que no los remate porque este lucia muy prometedor. Te imaginas?: un caso de incesto en un pueblo! Se le podria sacar mucha punta. Tengo un amigo escritor que tampoco remata sus cuentos, pero en su caso ... quiza sea mejor asi.
Avelino.
Hola Merche, paso a saludar y devolverte la visita a Vivencias.
Me encantan los cuentos inconclusos.
Un cordial saludo desde Córdoba pero en Argentina
MIGUEL ANGEL BRUNO, gracias por tu visita. Ha sido un placer visitar tu interesante blog literario. Besotes, M.
Wow.. como dicen.. pueblo chico, infierno grande.
Gran narración. Te leo :)
C.L. gracias por tu visita. He ido a tu blog y lo que he leido me ha gustado mucho. Para ser tan jovencita tienes mucho talento. Besotes, M.
Me tiene preocupado. La guardia civil en Candera interviene por cualquier motivo.
PACO CUESTA, no te olvides que estamos en la época del ínclito y la Guardia Civil estaba ¡hasta en la sopa! Besotes, M.
Yo también creo que esa bonita permanente habría sido el resultado de algún método no muy adecuado más que de una visita a la "pelu", aunque que la soltaran sólo a los 4 días es un poco extraño.
Besos
ASUN, MYRIAM va a tener razón sobre la permanente, seguro que lo investiga y escribe un post sobre el tema. Besotes, M.
Pobre muchacah.
Esto es surrealista. ¿Le hacen una permanente?...
Desde luego la Guardia Civil se ganaba el pan en este pueblo, que me empieza a parecer con más ambiente que La Pachá.
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