"Al dia siguiente se empezó, con el secretario de Feliu, a hacer el inventario de las existencias para dar el cerrojazo al negocio.
María y Miguel habían decidido acercarse a la frontera. La guerra no había terminado, pero la balanza se inclinaba marcadamente hacia los nacionales. Se veía la posibilidad de que la lucha terminase y de que todos, o la mayor parte, de los que habían huido de España pudieran regresar. Miguel tenía ahorrado algún dinero, y podían volver en tren a Hendaya, pero siempre habían tenido la ilusión de hacer un viaje a pie, y creyeron llegada la oportunidad. Sin embargo, María prefería la rapidez de la bicicleta. Recordaron que en un garaje de la avenida de la Grande Armée trabajaba un mecánico que había sido chófer de un tío de Miguel. Seguramente él les podría proporcionar dos bicicletas de ocasión. No llegaron a ir al garaje, pues Miguel expuso multitud de argumentos para demostrar que era preferible hacer el viaje a pie.
Compraron dos mochilas donde cargar lo indispensable para el camino y una manta grande, color sangre de toro, y otra ligera. Lo que no podían llevar en la mochila, lo facturaron en pequeña velocidad para Hendaya, calculando que ellos tardarían varios dias en llegar a la frontera. Con lo que no valía la pena de conservar, hicieron un paquete apretado, con la idea de deshacerse de él. El restaurante estaba ya cerrado, por lo que no había ya ni un cubo para la basura.
--Tiraré el paquete al Sena--dijo María.
Convencida de que le resultaría tarea sencilla, fue al puente de l'Alma y se acercó a la barandilla. Varias personas contemplaban la corriente de agua que corría bajo los arcos.
"Si tiro este paquete al río delante de toda esta gente, voy a llamar la atención", pensó María y siguió adelante. Lo colocó junto a un arbol, un poco más allá, e inmediatamente acudió un perro a husmear el paquete. Ante el temor de que lo deshiciera, María lo recogió y se alejó un poco. Llegó a un jardincillo que le pareció adecuado para abandonar disimuladamente el paquete, debajo de un banco. Se sentó en el banco y, cuando creyó llegado el momento oportuno para hacer la operación, se sentó a su lado una señora joven, acompañada de un niño. El niño resultó ser curioso y enredador. María se levantó y siguió su camino. Se le ocurrió que en el "metro" podría encontrar un lugar adecuado para abandonar el maldito paquete sin ser vista por nadie. Bajó las escaleras y empezó a caminar por las galerías, pero a aquellas horas estaban llenas de gente que circulaba en las dos direcciones. Salió de nuevo a la superficie con la idea de que pasada aquella hora punta encontraría oportunidad para desembarazarse del molesto paquete. Al cabo de un rato, entró de nuevo en el "metro". Cada vez que, en un recodo de los pasillos, conseguía depositar el bulto en el suelo, se topaba con la mirada recelosa de alguna persona, y se sentía obligada a recoger de nuevo el paquete.
María empezó a impacientarse. Salió del "metro", ya asqueada, y se dirigió de nuevo hacia el rio. Bajó a los muelles, pensando que si tiraba el bulto donde hubiese poca altura, éste caería al agua sin hacer ruido. Desgraciadamente, cuatro pescadores, aburridos por la total ausencia de pesca, habían fijado las cañas y se entretenían observando todo lo que pasaba en el muelle. María subió de nuevo a la calle y se sentó en el pretil que dominaba el Sena. Permaneció allí bastante tiempo, esperando que la afluencia de gente disminuyera. Cuando creyó llegada la oportunidad, se levantó y empezó a andar, dejando el paquete, como por descuido, sobre el pretil. No había dado diez pasos, cuando uno de los pescadores que acababa de subir del muelle con la caña al hombro y la cesta vacía, la llamó:
--Madame! Madame! Se ha dejado olvidado un paquete.
¡Con qué gusto habría tirado María al agua a aquel pescador, juntamente con el paquete!
No tuvo más remedio que recogerlo una vez más y seguir andando. Se metió por unas calles estrechas en dirección a su casa, sin saber ya que hacer.
Al pasar por delante de una iglesia, tuvo una idea luminosa. Entró. En esta iglesia, que era pequeña, moderna y clara, había bastante gente, pero María se dió cuenta de que en el oscuro espacio que quedaba entre la puerta exterior y la interior del templo no había nadie en aquel momento. Se apresuró a dejar el paquete detrás de la pila de agua bendita y salió a la calle. Comenzó a andar mirando disimuladamente hacia atrás, por si alguien la seguía. Nadie la molestó y al fin respiró tranquila."
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THE BUNDLE ADVENTURE
The restaurant finally closed. María and Miguel had made the decision to go back to Hendaye and, even though Miguel had money saved to take a train to the border, they had always wanted to do a walking trip and this was a good opportunity to do so. María thought it would be quicker by byke but my uncle insisted they go by foot. They bought two back-packs, a blood-red heavy blanket and a lighter one. María made a bundle with the things they didn't need and determined to get rid of it. Since the restaurant was closed there were no garbage cans. She decided to throw it into the Seine.
Convinced that it would be an easy task, she went to l'Alma bridge, and went up to the railing. Several persons were watching the flow of the river underneath the arches. "If I throw it to the river in front of all these people, I'm going to call their attention" María thought, so she kept walking. She left it next to a tree a little bit further on. Immediately a dog appeared and started sniffing the bundle. María afraid that it might tear it, picked it up and went further ahead. She reached a small park. She thought it would be an adequate place to leave it. She sat on a bench and when she saw it was the right time to go through with the "operation", a young woman with her small son sat next to her. The boy was curious and hyper-active. María stood up and continued her search. She thought the subway would be a good place. She went down the stairs and started walking through the galleries but at that time there were lots of people coming and going in both directions. She went out on the street once again thinking that a bit later she would have the opportunity to get rid of the damn bundle. She went down again and, each time she was able to leave it in a corner, she met with someone's distrusting look. She was obliged to pick it up again.
María was becoming impatient. She left the subway quite fed up and went to the river once again. She went down to the quay, thinking that being closer to the river it wouldn't make so much noise when she threw it. Unfortunately, four fishermen, bored because there were no catches, left their fishing rods fixed and were enjoying watching everything that was happening on the quay... She went up again and sat on the parapet overlooking the Seine. She waited there a long time hoping the flow of people would diminish. When she thought the time was right, she left the bundle and started walking. She hadn't gone ten steps when one of the fishermen, with the fishing rod on his shoulder, and an empty basket, who had just come up, called her:
--Madame! Madame! You've left a parcel behind!
Ohh! How María would have wished to throw both the fisherman and the bundle to the river!
She didn't have a choice but to pick it up again... She kept walking. She went through some narrow streets towards her home not knowing what else to do!
Passing by a church, she had a bright idea. She went in. The church was small, modern and luminous. There were quite a few people inside but María noticed that in the dark space left between the front and the interior doors there was no one. She quickly left the package behind the Holy Water fountain and left. She started walking, looking backwards from time to time, just to make sure nobody was following. Nobody was. She sighed with relief.
DE RANCIO ABOLENGO
Hace 13 horas
27 comentarios:
Que angustia con el paquete...
Menos mal que pudo desembarazarse de él.
Besos.
hola wapa.
tengo que llamarte, a ver que haces el lunes 17 y por lo de formentera. dame tu fijo anda.
un beso.
Ay, en París es más fácil matar a alguien que abandonar un paquete en vía pública...
Besos.
¿Acaban aquí las peripecias del paquete? Porque yo ya me imagino a un cura que coge el paquete y...
Leí la entrada del viaje a Versalles y. aunque no he estado allí, comprendo que a veces uno termine hastiado de ver obras de arte,por muy maravillosas que sean.Empacho o mal de la piedra.
No me había dado cuenta de que en el periódico balear estás tú, con Lorenzo Quinn, mucho más atractiva que la plastificada Killie.
Aquí tienes a una abejita que se equivoca muchas veces ¡cómo no!Mis meteduras de pata son de antología.
Besos
SE SIENTE BIEN LA ANGUSTIA DE MARIA POR ABANDONAR EL PAQUETE, COSA NADA FÁCIL EN UNA CIUDAD DONDE TODOS PARECEN OBSERVARNOS.
MERCHE, ES PRIMERA VEZ QUE TE VISITO, TE HE VISTO EN BLOGS AMIGOS Y ME ENTRÓ CURIOSIDAD, ME HA GUSTADO MUCHO VENIR POR AQUÍ, UN ABRAZO
Abandonar un paquete hoy en día sería muchísimo más díficil y peligroso, no sólo por la curiosidad de paseantes sino por pasar por terrorista...
Suerte para ella que "topó con la iglesia".. ;-)Seguimos Quijoteando...
Bisous , Merche, beaucoup..
Al fin la iglesia sirve para algo!
Hoy le pregunté a mamá por la argentinita, y la conocía de nombre pero nada más. Te conseguí esto:
En 1898, ocho años después de Antonia Mercé, La Argentina, vino al mundo en Buenos Aires, también por casualidad, Encarnación López Júlvez, llamda La Argentinita, como lo fue en sus orígenes la Pavlova española. Pero Antonia ascendió a Argentina y Encarnación se quedó con el diminutivo cariñoso. Era también hija de artistas, aunque su padre era guitarrista y no bailarín, y su madre aragonesa y no andaluza. Para más semejanza, empezó a ganarse la vida en el mundo de las variedades, pero Antonia Mercé no pasó de un triunfo tangencial, escapando del género, mientras que Encarnación López fue una verdadera estrella del cuplé. López Ruiz, en su evocación del popularísimo género musical, recuerda que su primer gran éxito fue Niña, ¿de qué te las das?, de Susillo y Font de Anta, Y la verdad es que aquello podrían haberlo dicho las cupletistas de La Argentinita, porque siendo bailarina, empezó a cantar para ser estrella del género, y con una voz sólo corriente pero con su picardía, su gracia para el baile y su apabullante personalidad dentro y fuera del escenario logró desbancar a todas las grandes figuras, incluida Raquel Meller. Campúa , el empresario más famoso de la época, la sacó del Romea y la llevó al teatro Maravillas pagándole un fortunón: cien mil pesetas del año 20. Nadie en aquel entonces había cobrado cifras así.
Pero Encarnación no se contentó con el dinero. había estudiado con grandes bailaoras como La Macarrona o La Coquinera para llegar a la raíz más genuina del baile español. Era constante y perfeccionista. Tenía la ambición de hacer cosas grandes y ciertamente las hizo. Con su hermana Pilar formó una pareja de baile español que poco a poco fue ascendiendo peldaños en la vía que el talento de Antonia Mercé había abierto para artistas nuevos. La raíz era el folclore tradicional, con claro predominio de lo andaluz y el flamenco, pero sin olvidar otras variantes regionales que permitieran una adaptación moderna y elegante para el público internacional. Es admirable cómo un grupo relativamente pequeño de artistas consiguió dar en poco tiempo un cambio tan grande al panorama artístico español y a la imagen misma de España, tanto en la música como en las letras, la puesta en escena, la coreografía y la interpretación. Falla es el compostior más destacado, aunque Granados y Albéniz, entre otros, suministran piezas a Pastora Imperio, Antonia Mercé, las hermanas López Júlvez y otras artistas de lo que podríamos denominar la Generación del 27 del baile español.
En el caso de La Argentinita la relación con los poetas de ese grupo es estrechísima, en especial con García Lorca.
Las dos etapas de éxito de Encarnación López, que se fundieron durante la década de los 20, como convenía a sus negocios y a su proyección artística, van asociadas a los dos amores de su vida, dos toreros de tronío, de la máxima importancia en la Fiesta: José Gómez Ortega Joselito e Ignacio Sánchez Mejías. Bien pudo decir La Argentinita que tenía entre sus pretendientes a lo mejor del mundo de los toros: el Número Uno, el incomparable Joselito; y el más atractivo galán de cuantos se vestían de luces, Ignacio Sánchez Mejías, el gran amor de su vida. La relación con ambos fue distinta, pero acabó de igual forma trágica.
De su noviazgo con Joselito tenemos muy pocos datos. En la biografía que Antonio García-Ramos y Francisco Narbona -padre de Cristina- dedicaron a Ignacio Sánchez Mejías se cuenta que en el invierno de 1919, cuando para huir de la depresión que la muerte de su madre le había producido al siempre melancólico Joselito, éste se fue a torear a América, le envió una carta desde Lima al padre de Encarnación anunciándole que a su vuelta tenían que hablar de un «asunto importante». Todos los que estaban en el secreto de sus relaciones, incluyendo a Encarnación, lo entendieron como el anuncio de una petición de mano. La cogida mortal del 16 de mayo de 1920 en Talavera acabó con Joselito y también con la pareja.
La Argentinita se fue a Amércia para olvidar. Pero aquel largo viaje que empezó en Buenos Aires y terminaba en México comenzó buscando el olvido de un amor y terminó encontrando lo que se buscaba olvidar. En la capital mexicana se encontró casualmente con Ignacio Sánchez Mejías, que toreaba allí, y se hicieron inseparables. Tal vez el respeto a Joselito, al que Ignacio veneraba, les había impedido confesarse antes la atracción apasionada que sentían. Y aunque Ignacio no podía conseguir el divorcio de Lola Ortega, hermana de Joselito, se fue a vivir con Encarnación, su antigua prometida. Eso sí, guardando las formas: cuando estaba en Madrid tenía reservada habitación en el hotel Palace, aunque se le encontraba casi siempre en la casa de la calle General Arrando que había comprado Encarnación.
La relación duró más de una década y fue magnífica para ambos, no sólo en el aspecto sentimental sino también en el artístico. Gracias a Encarnación, el torero entró en contacto con los poetas jóvenes del 27: Alberti, Gerardo Diego y sobre todo García Lorca, que llamaba «comadre» a La Argentinita y colaboró con ella en distintos proyectos artísticos. Para Encarnación preparó Lorca las versiones musicales de canciones populares como Los Cuatro muleros o Los pelegrinitos. De su colaboración salió el espectáculo musical Café de Chinitas que se estrenó en Nueva York, con éxito. A Ignacio, apartado de los toros y dedicado a un sinfín de actividades, incluyendo la de autor dramático, le gustaba mucho pasear con Encarnación por Manhattan y sentarse en algún banco de los pequeños parques bajo los rascacielos, donde nadie conocía al torero ni a la artista famosa.
Después de mucho darle vueltas, Ignacio Sánchez Mejias decidió escribir el libreto de una obra para La Argentinita, que firmó con el pseudónimo de Jiménez Chávarri y que tituló Las calles de Cádiz. Las canciones eran de García Lorca, sobre base popular, y el resto de la música, de Falla; la coreografía de Encarnación López, los bocetos de Ontañón y los artistas eran gitanillos de verdad que Ignacio, productor y director, trajo de Cádiz, La Isla o Jerez. También rescataron para la escena a las más famosas bailaoras gitanas que a finales del XIX triunfaron en el sevillano Café del Burrero: La Macarrona, La Ferananda y La Malena. Las estrellas eran Encarnación y su hermana Pilar, alternándose, pero con acompañamiento de Manolita la Maora, Paquita la del Morao, Curro y Pablo Jiménez, El Churri y El Titi.. entre otros cantaores y bailaores, con destacada actuación de chiquillería. El espectáculo, que trataba de insertar en un poema dramático formas genuinas y antiguas de folclore popular andaluz, desde la canción de corro a los villancicos pasando por diversos palos del cante, se estrenó en octubre de 1933 y el éxito fue total, tanto de crítica como de público. Es el momento mejor, en lo personal y en lo profesional, de La Argentinita, que si bien no llega a eclipsar a Antonia Mercé, se equipara a La Argentina en mérito y reconocimiento. Y que forma con Ignacio una de las parejas más famosas de España, sólo comparable a la de Rafael El Gallo con Pastora Imperio.
Pero la nostalgia de los aplausos y acaso un oscuro deseo de terminar su vida en la plaza en plena gloria, como su ídolo Joselito, lleva a Sánchez Mejías de nuevo a los ruedos en 1934. Y llega la muerte, tras la cogida del 11 de agosto en Manzanares. A La Argentinita ni siquiera le quedó el consuelo de acompañarle en sus últimos instantes. Su esposa legítima y sus hijos pasaron por la clínica madrileña donde entró consciente y salió cadáver, tras una atroz agonía. Encarnación huyó a Buenos Aires, como 13 años antes, y por lo mismo.
Volvió a España en vísperas de la Guerra Civil, cuyo estallido la sorprendió en Madrid. Claridad, periódico de la izquierda del PSOE, denunció en portada que La Argentinita se había negado a actuar para los soldados heridos, noticia falsa pero que encerraba una condena cierta al paseo y la muerte. Encarnación colocó una bandera argentina en su casa y, en cuanto pudo, huyó con su hermana Pilar y su cuñado Tomás Ríos, a Alicante. Tras angustiosa espera viajaron a Orán, Casablanca y París. Con la victoria de Franco, La Argentinita pudo regresar a Madrid, aunque no perdió todos sus contactos con el exilio. Y la muerte le llegó tras bailar por última vez, sevillanas y en bañador, ante Indalecio Prieto, en la casa del oftalmólogo Castroviejo en Nueva York. Quería Encarnación que Don Inda le devolviera sus joyas robadas del banco en 1936 y que podían estar entre las el «Vita», pero Indalecio Prieto le remitía a Negrín. Terminada la fiesta, Encarnación se sintió mal. Tenía un tumor en el vientre del que no había querido operarse para no abandonar la danza, como La Pavlova, y que finalmente le costó la vida. Era el 5 de agosto de 1945 y aún vivió 20 días terribles. Su cadáver llegó a España en diciembre y el entierro fue casi tan espectacular como los de Sánchez Mejías y Joselito, enterrados en el mismo panteón sevillano. La Argentinita, definitivamente sola, se quedó en Madrid.
Es increíble los problemas que te puede traer un paquete! Además es todo tan real! Después dicen que nos hacemos problema por cualquier caso.
BESOTES QUERIDA MERCHE Y BUENA SEMANA!
TORO, sí menos mal... Besotes, M.
METIS, ya te he mandado mi teléfono por e-mail. Besotes, M.
PEDRO, me parece que sí... Besotes, M.
ABEJITA, bueno si un cura lo encontró, mi tia ya estaba de camino a Hendaya... Besotes, M.
PAMELA, gracias de nuevo por tu visita. Tu ven cuando quieras. Y, sí, lo del paquete fue angustioso. Besotes, M.
SELMITA, yo pensé lo mismo. Hoy en dia le hubiera sido ¡imposible! y sí, en esta ocasión, toparse con la iglesia fue muy beneficioso... Gros bisous ma belle, M.
MARCELO, ¡¡Olé y vuelta al ruedo!! Qué información mas extensa e interesante. Muchísimas gracias, querido. Besotes, M.
STANLEY ¿Has visto? Qué lío... Muchos besotes, M.
GRACIAS MIS QUERIDOS
Gracias Merche por sonreir!!!
BESOTES HERMOSA Y BUENA SEMANA PARA VOS!
je je...opino como Selma que ahora sería "un peligro" dejar un paquete en cualquier sitio... y para algo sirve de vez en cuando "toparse con la iglesia".
Un beso. bea
Podría haberlo rifado entre la concurrencia...
Besos.
Si dentro del paquete se encontrasen todos los comentarios
-que agradezco- de Marcelo, yo mismo me lo habría quedado, sin ninguna contemplación.
Gracias a los dos.
STANLEY, tus chistes luneros me mantienen joven... Besotes, M.
JUAN LUIS G. pues hubiera sido una buena estrategia, ja, ja. Besotes, M.
JOSEALFONSOMARTINEZ, el relato de MARCELO es ¡impagable! De lo que nos hemos enterado ¿eh? Si esa información hubiera estado dentro del paquete ¡seguro que muchos se lo hubiesen quedado! Sin necesidad de tirarlo al Sena... O, como al final, dejarlo detrás de la fuente de agua bendita... Muchos besotes, M.
GRACIAS MIS QUERIDOS
BEATRIZ querida, me salté tu comentario. Perdona. Sí, hoy en dia sería MUY DIFICIL dejar un paquete abandonado. Lo rodearián un sinfin de Geos, lo desactivarían para encontrarse con unos cuantos calzoncillos roidos y asquerosos... Besotes, M.
Vamos a ver...que parecía que era yo el que llevaba el paquetito ...¿que demonios había dentro, que tanto miedo daba abandonar?..jo que aventurita...besos
Menuda aventura con el paquetito a cuestas... uf, que alivio cuando lo soltó...
Bikos.
Helena.
TUCCI no sé lo que llevaba el paquetito de marras, supongo que ropa vieja y enseres que mis tios ya no necesitaban pero el dejarlo sí que fue una aventura... Besotes, M.
SALONDESOL, ¡HELENITA! ¡Qué alegría leerte! Ya sabes que fue un placer conocerte en Formentera, a ti, tu marido y a tu maravillosa prole. Referente al paquetito, sí, qué alivio cuando finalmente se pudo deshacer de él... Respiré tranquila, te lo juro. Besotes, M.
Jajaja, me has recordado a las vueltas que di el otro día para dejar en algún sitio un montón de tiestos que quité del balcón porque estorbaban y estaban vacíos. Menos mal que ahora siempre encuentras un contenedor por alguna esquina.
Besotes, guapi.
ISABEL HUETE sí, menos mal que hoy en dia mi tia no tendría ese problemón... Besotes reina, M.
Estoy con Selma, si en aquella época le costó desembarazarse del paquete, hoy día no lo hubiera conseguido.
Besos.
ANTONIA P. bueno, hoy en dia, como le digo a ISABEL H., hay contenedores... Ahora, dejarlo en cualquier sitio NO, seguro. Besotes, M.
¿No había un lugar para depositar la basura? ¿Qué hacía la gente con ella? ¿La dejaban todos detrás de la pila bautismal?
BIPO, pues se ve que no. Por lo menos los contenedores no existían en aquellos años... Besotes, M.
por dios que de problemas para deshacerse del paquete....
Estoy repasando todos los capitulos atrasados, pq aunque me lo supuse, no habia leido la decisidon de marcharse de tus tios. Y es que ya te dije que estuve un poco ausente debido al buen tiempo que ha hecho en Galicia este mes.
Bezos
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