miércoles, 17 de febrero de 2010

LOS INFORTUNIOS DE SILVERIA



"Aunque de facciones finas y grandes ojos negros, Silveria era la mujer más triste y desagradable que pueda uno imaginarse. Ciertamente, tenía motivos para ello.

Hija de unos labradores ricos de Jaén, sus primeros años transcurrieron en la abundancia, pero el padre, jugador empedernido, lo disipó todo. Cuando recogía la cosecha de trigo, la cargaba en un carro grande, una especie de galera, y se iba a la feria de Jaén o de Granada, tras avisar en casa de que no volvería hasta haberlo vendido todo a buen precio. Regresaba a los seis o siete días, con el carro vacio y sin una peseta en el bolsillo. Parte del dinero del trigo la había gastado en jolgorios, y el resto se había quedado en las mesas de juego. Lo mismo hacía al principio del invierno, cuando recogía la aceituna.

La madre de Silveria empezó a enfrentarse a su marido, pero pronto perdió las energías. Invadida por la tristeza, dejó de comer y fue consumiéndose poco a poco, hasta que, al fin, murió.

El padre, un dia que venía borracho a casa, se metió con el carro campo a través, hasta que éste volcó. Al tratar de levantarse, una de las mulas le dio una coz en la cabeza y lo dejó alelado para el resto de su vida. Silveria lo visitaba de vez en cuando en el hospital de Jaén. Allí lo veía sentado en un banco delante del asilo, babeando sin cesar y con los brazos caídos y la mirada perdida.

Pero no acabaron ahí las desdichas de Silveria. Se había casado con un albañil medio chiflado que, a los tres meses de la boda, se colgó de una encina a la entrada del pueblo.

La gente decía que eso de los suicidios era una especie de enfermedad contagiosa, y María pudo comprobar que no hay forma de quitar de la cabeza esa idea a quienes defendían semejante teoría. El mismo mes que se ahorcó el marido de Silveria, un primo suyo se tiró por un barranco, el molinero se mató poniendo la cabeza debajo de la piedra de su molino y la viuda del pregonero se colgó de una viga de su cuadra.

Como consecuencia de semejante aluvión de desgracias, Silveria suspiraba sin cesar.

--¡Ay qué "doló"!--decía constantemente, al tiempo que aspiraba fuertemente por la nariz."

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SILVERIA'S MISFORTUNES

Even though Silveria had fine features and huge brown eyes, she was the saddest and most unpleasant person one could imagine. However, she had her motives.

Daughter of rich farmers from Jaén, she lived her first years in abundance but her father, an inveterate gambler, lost everything. When he gathered the wheat harvest, he would put it in a large wagon and go to Jaén or Granada's Country Fair, after letting everyone in the house know that he wouldn't come back until he sold everything at a good price. He would return six or seven days later, with an empty wagon and no money in his pockets. He had spent part of the money in having fun and the rest was left on the gambling tables. The same thing happened at the beginning of winter after the olive picking.

Silveria's mother began to confront her husband but soon lost the energy. Invaded by sadness, she stopped eating and slowly consumed herself until, finally, she died.

The father, one day that he came home drunk, went with his wagon through the fields. It overturned. As he tried to stand up, one of the mules kicked him on the head leaving him "stunned" for the rest of his life. Silveria sometimes visited him in Jaén's hospital. There, she saw him sitting on a bench in front of the asylum, slobbering, his arms down and a lost look in his eyes.

But that was not the end of Silveria's misfortunes. She had married a half-crazy bricklayer who, three months after the wedding, hung himself from an oak tree at the town entrance.

People used to say that suicides were contagious. María proved that there was no way to take these thoughts out of the heads of those who defended such a silly theory. The same month that Silveria's husband hung himself, one of his cousins threw himself down a ravine, the miller killed himself by putting his head under the millstone and the town crier's widow hung herself from one of her stable's beams.

Due to all these tragedies, Silveria was always sighing.
--"Oh, what pain"!--she said constantly, at the same time aspiring heavily through her nose.

14 comentarios:

TORO SALVAJE dijo...

Igualito que Disneylandia.
Menudo pueblo.

Besos.

Asun dijo...

Caramba... es que muchos motivos para sonreír no se puede decir que tuviera la pobre Silveria.

Besos

Juan Luis G. dijo...

Cuantas Silverias debe haber por este perro mundo...

Un abrazo

/ dijo...

Merche, vos no te estás copiando de mis relatos, verdad? Jajajajaajaja!!
Nunca vi tantas desgracias y tantos muertos en un lapso de tiempo tan breve!! Silveria debe haber quedado transtornada!!

BESOTES QUERIDA MERCHE!!!!!!

Pedro Ojeda Escudero dijo...

Hay vidas desgraciadas desde la infancia, que son difíciles de superar.
Conozco gente como el padre de Silveria: y a sus hijos, marcados para toda la vida.
Besos.

Merche Pallarés dijo...

TORO, sí, ¡menudo pueblo! Igualito que Disneylandia... Besotes, M.

ASUN, la pobre Silveria era la pobre Silveria. ¡Qué desgracia de vida! Besotes, M.

JUAN LUIS G., sí, cuántas... Besotes, M.

STANLEY, reconozco que ésta historia parece una de las tuyas pero, desgraciadamente, eran ciertas... Too much! Besotes, M.

PEDRO, seguro que hay muchas historias como ésta pero ¡qué pena de vida para los que les haya tocado! Besotes, M.

Fernando Manero dijo...

No me parece justo el comentario inicial sobre Silvia (fea y desagradable). Sus grandes ojos y sus facciones finas se vieron sin duda afectados por las tragedias de una vida llena de infortunios. ¿Quién puede mantener la belleza y la lozanía en medio de tanta desolación?. Sin embargo, sobrevivió a esa sarta de calamidades, demostrando que era lo más juicioso del pueblo y lo más sensible. Pobre, Silveria, qué mala suerte tuvo. Seguro que de haber encontrado un buen caporal qaue le levantase las sayas con primor o un tipo con posibles que aprovechara sus muchas cualidades, la faz de Silveria habría mudado a rutilante y su inteligencia podría haber servido como bálsamo de vida ante tanta atrocidad. Cuidado con el denuesto injustificado. No se puede afear a una persona cuando es la vida la que la ha afeado irremisiblemente. Un fuerte abrazo

northshorewoman dijo...

how much tragedy! this is awful!

Merche Pallarés dijo...

FERNANDO MANERO, no dice que era "fea", desagradable sí pero ya sabes como era mi tia... De todas formas tienes mucha razón que las tristezas de Silveria estarían dibujadas en su semblante y en su carácter. Besotes, M.

NORTHSHORE, and to think that many people experience those tragedies in their lifetime! Terrible. Hugs, M.

Isabel Huete dijo...

Joer, Merche, es alucinante... Me voy una temporadita y cuando vuelvo me encuentro tu blog lleno de suicidas. Casi parece un relato de Poe. jajaja.
Besitos y cariños.

Anónimo dijo...

pobre mujer. Lo malo, es que la acusarían los rumores de ser ella quien daba mala suerte, que en los pueblos son así.

Un beso cielo

Merche Pallarés dijo...

ISABEL HUETE, pues ¡te ha tocado! Sí, qué tétrico ese pueblo... Besotes, M.

ALEX, sí, seguro que fue tachada de gafe para los restos... Besotes, M.


GRACIAS MIS QUERIDOS

Myriam dijo...

Pobre mujer, no es para menos.

Los suicidios en si no se contagian,cierto, pero la locura se puede "contagiar", en especial cuando hay una suma de factores adversos, aislamiento, miseria.

Besos

Merche Pallarés dijo...

MYR, eso debió de ser, se contagió la locura. Besotes, M.