Sigo con mis entrevistas en el Diario de Ibiza (2001) (sin traducción al inglés)
--------------------------------------------------
I'm continuing with my interviews for the Ibiza Journal (2001) (without an English translation)
--------------------------------------------------
"IBIZA SE HA DEGRADADO Y VULGARIZADO ENORMEMENTE"
Leah Leibert, genio y figura hasta la sepultura, es una batalladora americana de Nueva York que llegó con la primera oleada de hippies a finales de los sesenta. Fue una de las vendedoras pioneras del primer mercadillo hippy que existió en la isla, el de los arcos del Patio de Armas. Aunque en la actualidad tiene setenta y cinco años (no los aparenta para nada) no era de la generación de los hippies pero adoptó con gusto sus maneras de vestir y de vivir. Lleva su pelo blanco corto y tiene una figura delgada que la rejuvenece. Es muy andarina y siempre va acompañada de sus dos perritos marrones de raza indefinida. Me recibe en su amplio piso lleno de esculturas, pinturas y tapices orientales amén de profusión de plantas. Los perritos juguetean alrededor y uno de ellos insiste en traerme un hueso de plástico para que yo se lo tire y así lanzarse corriendo a recogerlo.
Antes de hablar de tu llegada a Ibiza, ¿es cierto que perteneciste al Ejército norteamericano?
- Sí, cuando acabó la II Guerra Mundial estuve de telefonista en Berlin. La ciudad estaba destrozada y el olor que impregnaba el ambiente era nauseabundo. La gente mayor intentaba rehacer sus casas con ladrillos que encontraban entre los escombros. Todo era muy patético y triste.
¿Cuándo y por qué entraste en el ejército?
- Cuando estalló la guerra, yo trabajaba en un almacén textil de Nueva York etiquetando las prendas y estudiando comercio por la noche. Me aburría como una ostra y encima mi novio fue llamado a filas. Decidí incorporarme también pero sólo tenía dieciocho años y había que tener veinte para hacerlo, entonces falsifiqué toda mi documentación (incluida la firma de mi padre) y me aceptaron en la Second Airborne Army (Segunda Armada de Transporte Aéreo) el 7 de diciembre de 1943.
¿A dónde te enviaron?
- A una clínica dental de San Francisco, California, como recepcionista pero lo que más hacía era jugar al baseball y al baloncesto, que me encantaba. Tuve una experiencia inolvidable jugando al baseball en el Presidio (un parque de San Francisco) porque mi padre también había jugado allí durante la I Guerra Mundial.
Qué coincidencia..., ¿por cierto, llegaste a ver a tu novio?
No, porque cuando me destinaron a Europa, él regresó a Estados Unidos. La verdad es que pasamos toda la guerra cruzándonos (risas).
¿Alguna anécdota digna de mención?
- Nuestro jefe, el General Gavin, un hombre muy apuesto, muy atractivo que todos pensábamos tuvo un "affaire" con Marlene Dietrich, ya que venía muy a menudo a cantar para nosotros más que nada debido, creo yo, a esta circunstancia. Siempre cantaba sentada en un taburete enseñando sus largas y legendarias piernas.
¿Qué hiciste cuando acabó la guerra?
- Regresé a Nueva York y empecé a trabajar como camarera en un barco de cruceros. Cuando vendieron el barco, hice un curso de cocinera y pastelera. Quise entrar a trabajar en la marina mercante pero no me aceptaron con la excusa de que los barcos mercantes solo tenían retretes para hombres. Pedí trabajo a tres compañías y las tres me rechazaron. Las denuncié por discriminación y gané.
Te darían un buen dinero... ¿Y después?
- Trabajé en un mercante durante tres meses. Era la única mujer y fue horrible. Lo dejé y me vine a Europa con unos amigos.
¿Fue cuando llegaste a Ibiza?
- Primero estuvimos viajando durante cuatro meses, y estando en Marruecos conocí a Chris Smith que tenía una casa en San Miguel. El nos habló muy bien de la isla y decidimos venir.
¿Qué te pareció al llegar?
- Maravillosa. Llegamos un día de diciembre, el sol brillaba, el aire era limpio y nítido y la gente que veía muy original y auténtica. Me enamoré de la isla. Nos instalamos en una casa payesa de San Lorenzo sin agua y sin luz.
Fuiste una de las primeras vendedoras del primer mercadillo hippy de los arcos, ¿cómo fue eso?
- Alrededor de la casa había muchas cañas de mimbre, empecé a tejer unos triángulos de lana de diferentes colores que en México llaman "Ojos de Dios"
. Los colocaba en las cañas. Una amiga tenía un puesto en los arcos y se ofreció a vendérmelos. Solía bajar cada mañana en autobús para dejarle los "Ojos" y volvía por la noche para ver si había vendido alguno y llevarme el resto. Una vez me entregó quinientas pesetas de unas ventas y me sentí millonaria porque en la época era muchísimo dinero.
Pero yo te recuerdo con tu propio puesto
- Porque mi amiga decidió irse de Ibiza y me dejó su puesto y así estuve durante doce años. Cada dos semanas pagaba setenta y cinco pesetas al ayuntamiento.
Has tenido tu propia boutique en Dalt Vila ¿no?
- Cuando decidieron quitar los puestos de los arcos en los ochenta, me asocié con unos amigos y llevamos una tienda pero al poco me harté y decidí abrir mi propio local. Lo he tenido hasta este año. Allí estaba muy relajada, sentada, haciendo mis joyas, un trabajo que me gustaba mucho
porque era muy creativo y eso que aparte de un curso de arte donde destaqué en diseño y combinación de colores que había hecho estando en el ejército, no tenía ni idea de como hacerlas. En el fondo siempre fui autodidacta.
Recordarás un montón de anécdotas teniendo la tienda tan céntrica como la tenías
- Sí, recuerdo cuando vino la Reina Sofía. Venía con un pañuelo en la cabeza que sólo dejaba ver su cara y la vi tan alta (yo pensaba que era más bajita) que le dije en inglés: "You look a lot like Queen Sofía" (se parece mucho a la reina Sofía) y ella me contestó: "I am Sofia" (soy Sofia). Muy agradable. Me compró unos pendientes. Un fotógrafo alemán le sacó una foto saliendo del local que yo posteriormente enmarqué y ese verano los pendientes se vendieron como rosquillas.
Otra vez entró el diseñador Gucci que compró un montón de cosas. Le dije que le haría un descuento. La señora que le acompañaba me susurró al oido que era Gucci entonces le contesté que me importaba un pimiento si era Gucci o Pucci, que le haría el descuento igual.
Y, ahora, ¿qué te parece Ibiza?
- Un desastre. Estoy deseando que llegue el verano para marcharme. El invierno aún me gusta pero ya no puedo con los veranos. Se ha convertido en una pocilga, todo sucio, gente fea y de clase baja por todas partes. Los ibicencos se han vuelto demasiado avariciosos, todo está carísimo. ¡Qué diferencia con la Ibiza de antes! Se ha degradado y vulgarizado enormemente aunque también es verdad que todo el mundo está igual, pero Ibiza me duele. Por ejemplo, todavía hoy recibo tarjetas de navidad de visitantes que me compraron en los arcos, que yo muchas veces ni me acuerdo quienes eran, pero en estos últimos años he visto una gran diferencia en la gente que nos visita--no tienen educación, entran como Pedro por su casa sin el más mínimo decoro (los ingleses sin camiseta) sacando fotos sin pedir permiso, manoseando todo para después no comprar nada Tuve que poner letreros por la tienda prohibiendo las fotos.
Las discotecas se están haciendo los amos de todo, ¡hasta ya tienen sus propias boutiques! y la gente joven disfruta de un paraiso artificial, virtual y creen que como están en Ibiza, pueden hacer lo que quieran. Una vergüenza.
¿Algo mas?
- Sí. Otra cosa que me enfurece es que no pueda llevar mis perros a la playa desde mayo a octubre cuando yo pago impuestos, y sin embargo vengan unos turistas y ellos sí que pueden hacer lo que les de la gana. No es justo.